Las prisiones del piadoso abuelo y el soldado heroico

Publicado: 5 agosto, 2010 en Argentina, Noticias y política

 

(Sobre la guerrilla comunicacional y el terrorismo mediático)

por Jorge Torres Roggero

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La nota firmada por Miguel Durán en el diario LA VOZ DEL INTERIOR (Grupo Clarín-11/07/2010) se titula “Videla preso en Córdoba. La intimidad del dictador”. En la parte superior derecha de la página sobresale una gran foto del represor en pose de abuelo manso y pensativo. El epígrafe reza: “Tranquilo y con perfil bajo. Así se muestra el dictador Jorge Rafael Videla en la cárcel de Bouwer, donde está alojado con motivo del juicio que afronta en Córdoba por violación de los derechos humanos”. El copete, en tanto, anticipa que “no hablará con los periodistas”. En consecuencia, estamos avisados de que toda la información es a través de “dicen que dijo”, “habría dicho” o le “contaron que dijo”.

El único comentario descalificador sobre Videla es atribuido a un guardiacárcel raso que habla en “jerga delictiva”: “No hace nada, está ahí. Es un viejo “carteludo” bárbaro”. En su registro, el guardiacárcel lo percibe como un elemento de la pesada que “no le da bola a nadie”. Pero el periodista descalifica este testimonio: “ni siquiera le había visto el rostro al ex presidente de la dictadura”.

La subestimación del otro de menor jerarquía inicia la semblanza de Videla como abuelo bueno y piadoso. Espiguemos: “llegó con varios libros”, o sea, es hombre “leído”, culto. Al contrario de lo que opina el guardiacárcel, el oficial penitenciario asegura que “se integró rápidamente y tiene un trato muy ameno”. La subprefecto, máxima autoridad del presidio, advierte que “no quiere reportajes ni contacto alguno con la prensa” y manifiesta su respeto implícito a la “jerarquía” del genocida: “Para nosotros, es un interno más, pero no podemos soslayar que se trata de un ex presidente, aunque en épocas de dictadura”. Resalta sus códigos de conducta: “se adaptó enseguida y es una persona muy correcta”, “tanto él como los otros militares son muy respetuosos”. Ellos no son como los presos comunes, “tienen otros códigos”. El periodista adorna aún más la secuencias eufóricas: Videla ostenta “una imagen atildada”, es un “hombre solitario enfundado en un jogging” y “muy religioso”, “le gusta ver tele”, “toma mate cocido con pan”, almuerza “albóndigas con salsa y fideos” y cena “estafado con papas”. El colofón de estas informaciones de segunda mano dignas de una vida de santos llega de boca del jefe de la Alcaldía de los Tribunales Federales: “todos los uniformados tienen una muy buena impresión de Videla”. El registro hagiográfico llega al climax: “Es un tipo muy humilde; asombra que haya sido un presidente con todo el poder y se comporta como un tipo común, totalmente simple. No hace notar la jerarquía. Es de lo más extraño: si no le ofrecés, agua no pide; si está sentado en una silla en mal estado, no dice nada”. Al contrario de Menéndez, no hace notar su jerarquía.

En el colmo de su “conciliación”, el periodista destaca el respeto que Videla guarda a Julio César Strassera. No le guarda rencor. A Moreno Ocampo “lo respeta y admira”, “lo considera un “profesional muy inteligente y honesto”. Por supuesto, aquí el periodista exagera el estilo indirecto: “Comentan que Videla se lo dijo también a (…..) la defensora oficial que lo representa en el juicio de Córdoba”.

Esta imagen de un San Martín anciano, casi santo, se desfigura no bien leemos entre líneas. Notemos lo siguiente. No bien llegó a la cárcel, esto fue lo primero que “habría dicho” a sus custodios: “Ustedes no tienen la culpa de que yo esté aquí. Quédense tranquilos”. En concisas dos partes refriega dos “valores” que lo adornan: a) su condición de jerarca; b) una amenaza implícita. En otras palabras, son metaoperadores semánticos de una impunidad consuetudinaria.

Téngase en cuenta, además, la siguiente consideración. A pesar de ser “muy religioso”, “hasta ahora no ha concurrido a misa en el penal de Bouwer”. Tal actitud evidencia, sin dudas, el fondo autoritario del santo abuelo: ni en misa se quiere mezclar con los “criminales”. Su cristianismo requiere capellanes con grado militar y no curas comunes rezando con “hermanos criminalizados” que, según Bergoglio, son mero “descarte”.

Pero hay un punto del copete al que el periodista otorga especial importancia: la supuesta desaveniencia entre Videla y Menéndez a raíz de un episodio de la época de la dictadura. El hagiógrafo dedica especial empeño en mostrar “la camaradería”, amistad y respeto mutuo entre los represores. Para eso, en la esquina inferior izquierda, se presenta el rostro de Menéndez mediado por la pantalla de un televisor detrás del cual se esfuma un crucifijo. El epígrafe reza: “Sin rivalidad. Menéndez tiene un carácter muy diferente al del ex presidente de la dictadura”. El título del recuadro inferior derecho continúa el relato: “La enemistad de Menéndez, cosa del pasado”. Comienza refiriendo que “mucho se ha hablado de la enemistad entre Jorge Rafael Videla y Luciano Benjamín Menéndez”. La versión supone que el primero mostraba “el rostro bueno de la dictadura”; y el segundo, “la cara visible de la represión indiscriminada, los asesinatos, las desapariciones y los bebés nacidos en cautiverio”. Pero el levantamiento de Menéndez es “cosa del pasado”.

La relación entre los ex militares “es excelente”. Más aún, Videla “admira” a Menéndez como militar. Recurre ahora a un viejo reportaje de Camilo Ratti a Videla: “Me dijo que eso era el pasado, que eran amigos y mantenían una relación excelente”. Menéndez es el “soldado perfecto”. Resalta , además, una genealogía común: sus padres “han sido militares, fueron contemporáneos. Eran compañeros y amigos”. Exhuma un episodio de 1984 en que, estando preso Videla en Campo de Mayo, Menéndez se presenta dándose por preso porque su “comandante está preso”.

Según Ratti Videla le confesó que Menéndez fue el mejor comandante que tuvo. Misión cumplida. El periodista ha recurrido a dos imágenes impresas en la mente y el corazón de los argentinos: la imagen de San Martín como abuelo inmortal y la resonancia del “Cabral soldado heroico” de la marcha escolar. En el fondo, junto a la amenaza velada, se comienza a recorrer el camino a la “conciliación” de algunos obispos y su vergonzante pedido de amnistía para los ancianos genocidas.

2

En SERÁ JUSTICIA. EL DIARIO DEL JUICIO. VIDELA EN CORDOBA del 12 de julio de 2010 descubrimos las razones de la prisión del “piadoso abuelo” y del “soldado heroico”: “Grandes símbolos del horror como Jorge Rafael Videla, Luciano Benjamín Menéndez, o un hito de la represión policial –luego reciclado en democracia- como Carlos “Tucán” Yanicelli integran la nómina de los 31 imputados” . Se juzgan los fusilamientos a presos políticos alojados en la Unidad Penitenciaria N° 1 (UPI) de Barrio San Martín, con la causa Gontero que investiga el secuestro y torturas a los policías acusados de “subversivos” por sus colegas del D2 (Departamento de Informaciones de la Policía de Córdoba). Galería del horror, las voces de los testigos marcan a fuego al terrorismo de Estado. A partir del golpe de 1976, los presos políticos que estaban a disposición de Poder Ejecutivo fueron privados de sus derechos básicos y la cárcel pasó a ser, en la práctica, un centro clandestino de detención.

El jefe del área, Juan Bautista Sasiaiñ anunció a los presos: “Les vengo a comunicar a todos ustedes que ya están condenados a muerte. Pero no se pongan contentos, porque morirán uno a uno lentamente, para que se arrepientan de haber nacido”. Con la complicidad de sectores de la Justicia Federal, fueron fusilados 31 prisioneros, pero los partes militares, textualmente repetidos por la prensa “independiente”, daban cuenta de que las bajas eran siempre de “delincuentes subversivos”. Los supuestos intentos de fuga jamás dieron ni siquiera un militar con herida leve.

No faltaron las aberraciones. El 12 de agosto trasladan a cuatro detenidos. En un descampado simulan que se rompe el camión y , aduciendo que los prisioneros intentan escapar acribillan a Miguel Hugo Vaca Narvaja (h), Gustavo Adolfo De Breuil y Arnaldo Higinio Toranzo. Pero el fusilamiento no agota el crimen. Previamente, mediante un sorteo, han dejado con vida a Eduardo De Breuil, hermano mayor de Gustavo. Luego, lo han obligado a presenciar la matanza, a contemplar el cadáver de su hermano y sus compañeros y lo han conminado para que, al volver al penal, contara lo sucedido.

Un mes antes, el 5 de julio, en una requisa, el cabo Miguel Angel Pérez golpea ferozmente la cabeza de Raúl Augusto “Paco” Bauducco que cae desvanecido en el patio de la penitenciaría. “Levantate o te mato”, le ordena. Pero Bauducco no puede levantarse. El cabo consulta con la mirada al Tte.Enrique Pedro Mones Ruiz que, con sólo un gesto, decreta la pena máxima. Ante la mirada aterrada de los presos, lo asesina fríamente con un tiro en la cara.

El 14 de julio, el médico José René Moukardel, militante del PRT-ERP, fue estaqueado en el piso del “Patio de la Mosaiquería”. Estaba desnudo. Cada tanto, los oficiales arrojaban baldes de agua helada sobre el cuerpo maniatado. Tras largas horas de suplicio, fue trasladado a otro patio. Las presas del Pabellón de mujeres contemplaban aterrorizadas. Entrada la noche, el represor Gustavo Adolfo Alsina ordena que lo arrojen a una cama de la enfermería. En la cama vecina, el testigo Fermín Rivera, hoy hemipléjico por las torturas, lo escucha respirar con los ahogos del asma. Un enfermero acude en su ayuda, pero Alsina lo aparta de un empujón, mientras le dice: “Dejalo que se atienda solo, total es médico”. Cada tanto, Alsina y sus hombres lo chuceaban con un arma para verificar sus signos vitales. Cuando murió, se lo llevaron. Horas más tarde el teniente Alsina entró al pabellón mostrando los anteojos ensangrentados de médico asesinado. A modo de moraleja, repetía: “Esto es lo que queda de él” (SERA JUSTICIA, 26/07/2010). La historia se ha detenido, guardan silencio las generaciones. El cuerpo desaparecido está presente y testimonia contra el olvido.

En la segunda jornada del juicio, el “piadoso abuelo” declara a viva voz frente a un tribunal democrático. Videla ya había querido hablar el primer día de audiencias. El juez Díaz Gavier tuvo que aclarar con vehemencia que estaba interrumpiendo la lectura de la acusación. Cuando le toca exponer, asume sus responsabilidades: “mis subordinados se limitaron a cumplir mis órdenes como comandante en jefe”, el tribunal “carece de competencia”, su juez natural es el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas que ya lo absolvió y se está ante una cosa juzgada”. Menéndez por su parte se considera “responsable de sus dignos subordinados”, sostiene que el tribunal carece de legitimidad y que “los terroristas de aquellos años que no creían en la democracia hoy juzgan a quienes defendimos las instituciones”.

Como vemos, hay un mensaje escondido en las figuras respetuosas, no “criminalizadas” como los “presos comunes”, “con otros códigos” que presentó la nota de LA VOZ. Siguen siendo, como dijo el guardia cárcel, “viejos carteludos”, elementos de la pesada que no muestran ni una pizca de arrepentimiento. Por lo contrario, exhiben con descaro su soberbia de perdonavidas, deslizan amenazas veladas: “Ustedes no tienen la culpa de que yo esté aquí. Quédense tranquilos”. Ese “ustedes”, somos todos. Quedarnos tranquilos sería ser sometidos otra vez por el terror, sería renunciar a la memoria, la verdad y la justicia.

El primero en declarar en este juicio fue Mones Ruiz. Se trata del oficial que, con sólo un gesto, decretó la muerte a quemarropa de un preso desvanecido. Soberbio y agresivo, exclama: “esto es una parodia de tribunal, más de la Cuba de Castro o la Venezuela de Chávez”. La locura fundamentalista, incapaz de percibir la diversidad, persiste en segregar para eliminar. Necesita el terrorismo de estado como un reaseguro y la violencia como un modo de existir.

Sin embargo, hoy no son necesarios para adueñarse del poder. En realidad son un anacronismo y por eso el terrorismo mediático necesita canonizarlos. Para ello, los convierte en piadosos abuelos, soldados heroicos, ancianos enfermos, predicadores en el desierto, víctimas de una injusta venganza. Es la estrategia del tero: pegar el grito en un lado y esconder silenciosamente en otro hijos apropiados y empresas rapiñadas.

3

 Somos conducidos así a lo que hemos subtitulado “guerrilla comunicacional”. En realidad, estamos operando con una vieja idea de Umberto Eco y tratamos de traducirla con los códigos del pensamiento popular: una ecología semántica de compañeros. En efecto, en 1967 el italiano publicó un artículo titulado “Para una guerrilla semiológica”. ¿Tendrá esto algo que ver con una reciente propuesta bolivariana para organizar una suerte de “guerrilla comunicacional”?

Umberto Eco postula que “hoy, sólo en los países subdesarrollados los generales recurren todavía a los blindados para dar un golpe de estado”. Ya somos expertos en ver ciertos verosímiles cinematográficos en que los militares y el poder económico no intentan controlar un país por la violencia de las armas sino a través de las cadenas de diarios, radio y televisión. “Hoy, sostiene, un país pertenece a quien controla los medios de comunicación”. Quienes controlan los medios de información, que pueden determinar el control de los medios de producción, cambian hasta el significado del problema de la alienación. El bombardeo gradual, uniforme y continuo de información nivela la diversidad de los contenidos y diluye sus diferencias. Esta proletarización de la universalidad del hombre es un tipo de sometimiento nuevo puesto que aunque los medios de comunicación, “en cuanto medios de producción”, cambiaran los dueños, su situación de sujeto alienado no variaría.

Aún cuando las utopias iluministas de los educadores lograran tranformar las transmisiones televisivas aportando cuotas de verdad a los avisos publicitarios, exactitud a la noticia y buena intención a la columna periodística, no podrían transformar las conciencias con los meros contenidos.

Entonces Eco recurre a un tipo de historieta que reconoce algo obsoleta y medio racista. Sirve, sin embargo, para ejemplificar una situación concreta que puede bajarnos a la realidad y permitirnos vislumbrar qué esperanzas nos restan. Se trata de un recuadro que presenta la imagen de un jefe caníbal que se ha colgado al cuello, a modo collar, un reloj despertador. Ciertamente, piensa Eco, aunque hoy en día no existan caníbales con semejante atuendo, podemos trasladar el modelo a nuestra vida cotidiana: “El mundo de las comunicaciones está lleno de caníbales que transforman un instrumento para medir el tiempo en una joya “op”. A lo mejor el “mensaje reloj” significa otra cosa y no sólo instrumento para medir el tiempo.

A eso ya lo sabíamos los suramericanos. Cuando el fraile Valverde le entregó la biblia, signo de poder, el Inca Atahualpa la olió. Ese modo distinto de percibir, ese acto de libertad residual, fue considerado sacrilegio y le costó prisión, tortura y descuartizamiento.

Por lo visto, es posible relativizar las acciones sobre la forma y el contenido del mensaje. El que recibe el mensaje es dueño de una libertad inalienable: “la de leerlo de un modo diferente”, pero no por eso equivocado.

Eco recuerda la cadena de la comunicación: fuente, transmisor, señal, canal. Al extremo del canal la señal se transforma en mensaje para uso del destinatario a través de un receptor. Esta cadena normal ya tiene previstos ruidos y redundancias para la claridad enunciativa. Pero el elemento fundamental de la cadena es el código común a la fuente y al destinatario. Ese sistema de probabilidad nos habilita para determinar si los elementos del mensaje son los establecidos por la fuente o alguna consecuencia del ruido. La cadena comunicativa funciona así: “el receptor transforma la señal en mensaje, pero este mensaje es todavía una forma vacía a la que el destinatario podrá atribuir significados diferentes según el código que aplique”.

Habitualmente creemos que para controlar el poder mediático basta con disponer de la fuente y el canal como medio de controlar el mensaje. Pero sólo controla una forma vacía porque en su destinación “cada cual llenará con los significados que le sean sugeridos por la propia situación antropológica, por su propio modelo cultural”. De allí la conclusión: en el futuro habrá que aplicar a la estrategia “una solución de guerrilla”: “ La batalla por la supervivencia del hombre como ser responsable en la Era de la Comunicación no se gana en el lugar de donde parte la comunicación sino en el lugar a donde llega”. Esta situación de discurso nos llama a salir de los estudios de televisión y las redacciones de los periódicos para librar “una guerrilla puerta a puerta”

¿Cuáles pueden ser las formas de esta guerrilla cultural? Una de ellas es la experiencia de programas como 6.7.8 que emplean el medio para establecer juicios sobre otros medios. Eco imagina al universo de la comunicación tecnológica atravesado por grupos de guerrilleros de la comunicación que reintroducen la dimensión crítica en la recepción pasiva. Para Eco esto sería un retorno a la “responsabilidad individual”.

Pero volvamos a lo nuestro. La guerrilla semiológica se mantiene en el ámbito de una lógica individual e iluminista. Si nos dejamos ser como sujetos históricos aparece el codo con codo, el común. La solidaridad es la inteligencia del corazón y está en nuestra raíz mestiza. Somos capaces de construir redes y organizaciones porque estamos en contacto con la Argentina preexistente. Antes que nosotros, tanto nuestros aborígenes como nuestros abuelos criollos y luego los chacareros gringos practicaron la minga como modo de organización del trabajo. La minga es la ayuda mutua para la cosecha, para los diversos momentos en que uno solo no se basta. La minga se traslada a las ciudades cuando el trabajador invita a sus compañeros a que le ayuden a realizar la losa de la casita que está levantando. Y tras el trabajo en conjunto, el asado. Es el humilde entramado de la Comunidad Organizada: “La justicia no es un término insinuador de violencia, sino una persuasión general; y existe entonces un régimen de alegría, porque donde lo democrático puede robustecerse en la comprensión universal de la libertad y el bien generales, es donde, con precisión, puede el individuo realizarse a sí mismo, hallar de un modo pleno su euforia espiritual y la justificación de su existencia” (J.D.Perón)

La minga implica trabajo hermanado y fiesta para solucionar una necesidad. El pueblo siempre está organizado para enfrentar las crisis, siempre comparte su capital de humanidad y es el dueño del sentido. Es un sujeto histórico sustentando en la solidaridad, el bien común y la inclusión. Las agrupaciones de las redes como facebook serían solamente guerrilla semiológica sino fueran, a la vez, la minga laburante y atravesada de profunda alegría de Milagro Sala y el milenario modo de trabajo de la Tupac Amaru que fue cantado de este modo por el poeta puntano Antonio Esteban Agüero:“El trabajo en la Minga se vuelve como fiesta/ como reunión de gentes unidas por la danza;/ no la paga moneda ni niquel de banquero/ sino perfume y gloria de dulce Democracia. (…) Si yo tengo en el Hombre la fe que tienen otros/ en ídolos de barro, de marfil o de piedra/ será porque lo he visto conviviendo en la Minga,/ nimbado por extraña, misteriosa belleza. (…) Nadie era el amo allí; todos eran obreros/ con la luz en el pecho del hombre solidario,/ nadie mordía el agrio rencor ni la amargura/ del que siente en el cuello dogal de proletario” (Agüero,1972:59)

Fuentes:

AGÜERO, Antonio Esteban, 1972, Un hombre dice su pequeño país, Buenos Aires, Francisco A. Colombo

DURÁN, Miguel: “Videla preso en Córdoba La intimidad del dictador”. En: LA VOZ DEL INTERIOR (11/07/2010)

ECO, Umberto, 1967, “Para una guerrilla semiológica”. En: 1987, La estrategia de la ilusión, Buenos Aires, Editorial Lumen/Ediciones de la Flor

PERON, Juan Domingo, 1973, La Comunidad Organizada, Buenos Aires, Ediciones Cepe

SERÁ JUSTICIA. El diario del juicio Videla en Córdoba, 12/07 y 26/07/2010, http://www.eldiariodeljuicio.com.ar Cfr. especialmente el testimonio de Fermín Rivera

   

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