PRESENTACIÓN DE “CANTOS A LA GLORIA” DE MARTÍN ÁVALOS

Publicado: 13 diciembre, 2022 en geocultura, Julio Requena, poesía en Córdoba
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por Jorge Torres Roggero

Agradezco, en primer lugar, a Elena Demitropulos y La Triada, organizadores del Encuentro Nacional de Escritores, por admitirme y presentarme en esta mesa. Extiendo mi agradecimiento a Martín Ávalos, Ayni, por pensar en mí para entonar estas palabras que me inspiraron sus Cantos a la Gloria.

Debo confesar que hace apenas media hora nos conocimos personalmente con Martín. Todo lo que sé sobre él proviene de nuestro contacto virtual por Facebook u archivos pdf.

A partir de esa fuente, lo primero que advierto, de gran importancia para su poética, es su oficio y vocación de maestro. Se ha dedicado siempre a la enseñanza en escuela primaria. Numerosos posteos nos lo presentan rodeado de chicos, con su guitarra, entre coplas, canciones y poemas. ¿Cómo no recordar, entonces, a otro poeta maestro de escuela: Leopoldo Marechal? En Adán Buenosayres maestro y alumnos juegan representando el episodio de Ulises y las sirenas en una clase de lectura expresiva. Niños y maestro entran en un “aura” poética y, entonces, enseñar es poetizar: “Dentro del aula y fuera, la luz brumosa del atardecer lo roe todo en una especie de disolución universal. Pero treinta niños bogan con Ulises rumbo a las Islas Bienaventuradas.” Este “estar siendo” del maestro y sus niños es no más que un juego, y el juego es un modo de poetizar, un intento de vivir mejor y, por eso, esa poética es también política. Pero desertemos de ese viaje y volvamos a Martín.

Prosiguiendo con la auscultación de sus posteos, no me resulta extraño que registre una peregrinación por la poesía en clave infantil. Con Elsa Bornemann y Edith Vera comienza a compartir el ritmo y la forma de canciones de cuna, rondas, trabalenguas, adivinanzas y una gozosa paremiología.

Cuento lo siguiente. Como soy admirador de ciertos poetas cordobeses autores de perdurables sonetos, suelo publicar en mi blog (confusapatria.wordpress.com) mi admiración por quienes frecuentan esa mágica cajita de música. Figuran allí Luis de Tejeda, Osvaldo Guevara, Daniel Vera y el extraordinario Julio Requena que hace unos días nos dejó, y a quien rindo mi dolorido homenaje. Pues bien, Martín me contesta cierta vez: “Hablando de sonetos. Hace poquito hacía pública una producción con esa temática (Sonetos y lo lúdico)”.

Me envía entonces el pdf. de un librito titulado El Chifa’o. En 50 sonetitos. Estos sonetitos están publicados, según el autor, en “formato cartonero”: “1ra edición casera para amigos del año aproximado 2001. 2da edición numerada a medida que salen. Se imprimen, cosen y arman en casa. Diciembre 2020. Contacto con el autor: aynilibros@gmail.com y aynilibros.blogspot.com Facebook: Martín Avalos. ES AYNI.”. Agrega el autor: “Consta de tres partes a tener en cuenta, el librito, no mi millonésima repartida realidad. La primera es del soneto N* 1 al N* 21 donde relato, a mi manera, las vivencias de un dolido en la ciudad. La segunda es del N* 22 al N* 36 donde expreso, a mi manera, los sentimientos de un dolido en el interior de la provincia. La tercera y última parte, del N* 37 al 50, las falencias de un dolido retornado a la ciudad”. Lo que proponen los “sonetitos” de Martín es construir -a contramano del canon- sonetos de arte menor (hasta de dos sílabas), sin exigencias de rima ni métrica, salvando solo la configuración de catorce versos: dos cuartetos y dos tercetos. La novedad, en realidad, residiría en el intento de poetizar con el lenguaje “cordobés” coloquial y humorístico, no el del suburbio capitalino, sino el “chuncano” de las sierras y el norte provincial. De tal modo, los sonetitos resultan ser una recreación netamente cordobesa. Para más, concluye con esta extraña justificación: “Para terminar faltaría agregar que mientras se escribe La Biblia de los Desvalidos esto puede servir de consuelo. “Cada sonetito, es un intento, “de cómo El Chifla ‘o quiere hacer filosofía, y no le sale”. Creación y recreación del lenguaje cordobés del arraigo, del lugar donde “estamos”. Veamos el sonetito N° 3: “Siempre al garete/ me veo pasar/ no tiene gollete/ ya ni sé cavilar. // Solo con mi alma/ en compañía, ‘e la mente/ con el cuerpo/ camino a la muerte. // Giro al principio/ muerto por vivo/ no lo sé. / Si alguien lo sabe/ por favor/ venga a decirlo”.

Una versión amarga de la sociedad traducida sin más a una lengua cotidiana y “jodona”, diría Juan Filloy, a quien Martín admira, planteando los problemas fundamentales de la pobreza, la alienación, la explotación y la intemperie del individuo aislado, sin densidad comunitaria, sin el otro. La presencia, por abajo, de voces de rebeldía, de un palabrerío lleno de posibles como que es la entrada en la clandestinidad del texto. En otras palabras, una amplificación como poesía y canto de la voz del pueblo. Voz que, según los antiguos, es la “vox Dei”. Claro, siempre en esa palabra hay una escondida luz: “Pero no me olvido que al costado del dolor hay alegría.”

Otro aspecto de la poética de Martín Ávalos es su preocupación por el ambiente. A la entrada de su barrio, Martín Fierro, en La Granja, se levantan dos algarrobos centenarios. La Municipalidad los ha declarado patrimonio natural. La placa allí instalada ostenta un poema de Ayni: “Firmes y plácidos se alzan acá al fondo/ dos monstruos mansos de ramaje amigo”. Gran homenaje al “tacu”, el árbol por excelencia, alimento de nuestras tribus “de los algarrobales” y protector del rancho de nuestros abuelos, de nuestra “residencia en la tierra”.

En otra expedición por la virtualidad, accedí a La Mora. Libro lleno de aciertos, reflejo de los “pasajes Grrr” de la vida, en que a veces la voz se vuelve gruñido, gemido, glosolalia. Pero lo interesante es que, aferrado a la belleza intrínseca de la palabra, siempre deja una rendija de luz para la esperanza. Por eso, aparecen de golpe “lágrimas de miel”: extraño sufrimiento.

Sorprendente texto en que lo poético real se columpia gozoso bajo la mora: la ausencia y sus escombros amontonados; y, el alma que se asfixia en la bolsa de nylon. Más lo urgente, lo inmediato, y las resonancias de la poesía popular anónima. No es, a mi modo de ver, la jitanjáfora o el “no sentido” lo que cultiva, sino que retumba en este libro la poesía tradicional infantil. En ella esa glosolalia se fundamenta en los díceres del pueblo, en la habladuría secreta que nos habla, nos nombra, nos identifica antes de que nazcamos. Eso que practican los chicos cuando aprenden a hablar: en realidad el maestro/poeta se vuelve niño y siempre está aprendiendo a hablar.

En cierto modo, es el volverse niño evangélico. Quizás, es el don de lenguas de que se habla en la vieja Biblia, mientras esperamos “la Biblia de los Desvalidos” que, según Martín, ya se está escribiendo. Extrañas formas en que la poesía se revela al pueblo para que pueda poner en práctica su derecho al pan y al canto.

La Mora es una guía de viaje más allá de lo cotidiano: “Y viajas con tu Alma, /viajes con tu Alma /al fon de tu Alma, / incluso más allá de tu alma /donde sólo hay silencio”.

Llegamos así a Cantos a la Gloria: “Cantos que posibilitaron que lo que parecía una gran caída resultara un trastabillar de distraído”, afirma.

Ya les he dejado una semblanza del modo de vivir poéticamente de Martín Ávalos, una poesía “in actu” del maestro, del preocupado por los avatares de sus vecinos, del ambiente, del que habla desde abajo, desde antes del acontecimiento, desde el puro estar siendo y desde el arraigo. Los “cantos” están numerados, piden una lectura en voz alta, una melopea. Son ejemplo de un sentipensar popular desnudo de pretensiones que no sean estar codo con codo junto al otro. Aquí van algunos ejemplos:

9- “Cantos hechos pólvora/ explosión e implosión/ afectivo-intelectual. / Creciendo autónomo”.

10- “Cantos natural sufrimiento/ expósito pecho-morsa. / Creciendo solo.”

11- “Cantos natural sufrimiento/ expósito mente-taladro. / Creciendo trémulo”.

12– “Cantos ululan miedos/ desesperación y hielo /en el insomnio nocturno. / Creciendo en sueños”.

Estas especies de “gloria misa” andinas: ¿son ritos, antífonas, jaculatorias, mantras? En fin, los invito a leer estos cantos a la gloria. no sin antes recordarles que Martín es Ayni: Ayni es una palabra del runasimi (quechua) que traducida al castellano se entiende como “reciprocidad”.  Es una práctica ancestral que, aunque muchos no la conozcan, aún persiste, quizás disfrazada en la popular “minga”. Ayni, es una actitud: consiste en dar al otro sin esperar nada a cambio, se realiza únicamente con el deseo de sentirse bien y, de esa manera, vivir en armonía y en sintonía con todo el cosmos. Y Martín está presente en toda juntada para ayudar a los otros, para preservar la naturaleza: el poeta es un gestor, un forjador. Llegado a este punto, los dejo con el poeta.

Jorge Torres Roggero (10/11/22)

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