Por Jorge Torres Roggero
1.- Perón siempre de Juan
Partió Alfredo Carlino, poeta, amigo y compañero. Nunca renunció a ser un “poeta del 60”. Metido en la realidad hasta la verija, testimonio vivo; pero, experimentador acérrimo de la palabra en su costado más subversivo y flamante. No concibió la poesía separada de la vida (“quimificada y quilificada”, como diría Ramón Doll). Por eso, en uno de sus poemas, denuncia a: “los poetas sin intimidades, ni extremidades”, a “los que intentaron depredar los afectos del pueblo/ de Martin Fierro y el tango”, a “aquellos de los premios y las antologías/ los que desecharon las broncas y los sueños del combate”, a “los exentos de calentura/ aquellos que veían pasar la vida del poema a su costado”.
Tomo esos retazos, que son banderas, del libro Perón siempre de Juan (1986, 50 págs.). Por supuesto, los “libros” de los poetas populares son siempre “cuadernos” (folletos) pródigos en erratas, de humilde edición y confección comunitaria. Su juntan diversos artistas, fotógrafos, pintores. Se los ilustra con reproducciones de cuadros en desteñido blanco y negro. Por ejemplo, en este caso, con fragmentos de “Visión de la Argentina” de Alfredo Betanin. Todo parece confuso “como el líder que surge del fondo de la tierra”, que “tiene un rostro secreto/ que sólo el pueblo advierte”; que, como la multitud que lo gesta, “se apodera de las palabras” en una “larga asamblea de dolor” porque “todo transcurre en las venas del pueblo”.
Doy un vistazo a la contratapa de Perón siempre de Juan : una fotografía y un epígrafe volante. Aparentemente nada tiene que ver con el contenido del libro, pero, una emoción nos hace tiritar las fibras cuando leemos en las letras nubladas del rótulo que se trata de la presentación del libro Ciudad del tango , en el Auditorium Buenos Aires, el 21 de agosto de 1966. La escena muestra una típica silla de viejo bar (duro asiento redondo de madera y respaldo arqueado), a Alfredo Carlino, de pie; y, sentado frente a una humilde mesita con mantel floreado, con una jarra de vidrio y un vaso con agua, al presentador. ¿Quién será? Luce un típico moño de cinta negra en vez de corbata y señala al poeta con la mano izquierda. Es, nada menos, que Arturo Jauretche. Buen paratexto, buen anuncio del libro que tenemos entre manos. Nos viene a recordar que Alfredo Carlino pertenece a la estirpe de los “malditos” de la oligarquía.
Pero arrimémosnos al prólogo del libro. El “que habla antes” (el prologuista) lo ha bautizado “Puerta Cancel” e inicia su texto con estos versos de Carlino puestos en mayúscula: “Decíamos tu nombre/ y un pueblo se juntaba/ a escribir la historia”. La cita le da pie para sostener que el nombre de Perón “está necesariamente unido a la poesía”. Reniega, asimismo, del “vaciamiento cultural a que nos llevaron los coloniales”. Gracias a ellos, “los argentinos llegamos a pensar, por un momento, que el Pueblo, el Conductor y la Revolución eran incompatibles con la poesía”. Sostiene que Carlino, poeta con nombre y apellido, es heredero del cancionero de “todos los tiempos”, colector de “la voz militante y épica de las tradiciones que fundamentan la cultura verdadera de los pueblos”. Define a Perón siempre de Juan como un libro de “nuevos cantos” en que resuenan “sin rubor los estribillos populares, el “Peron o muerte” gritado por la multitud de ayer, de hoy y de mañana”.
El prologuista concluye celebrando un poemario que nos refresca la memoria de un capítulo de nuestra historia contemporánea: “El general nos llama y regresa no más porque le da el cuero y el amor”.
Ahora bien, se preguntarán quién es el que abre “la puerta cancel” de este libro. Es, nada menos, que Fermín Chávez.
Carlino me dedica el libro: “Para Jorge Torres Roggero, poeta, compañero y amigo, este testimonio de la lucha de mi pueblo. Un abrazo.” Esa dedicatoria, leída en una época en que los peronistas “se doctorean” y, muy a lo Siglo XXI, tienen vergüenza de nombrarse “compañeros” y se designan por títulos y dignidades, cae bien para recordar algunas viejas enseñanzas de Perón. El General pedía que el trato entre peronistas fuera el de “compañeros”, porque compañero es aquel con el cual se comparte la lucha y el pan. Decía, además, que para ser buenos compañeros, había que ser buenos amigos.
El amigo es aquel en el cual se confía y, la confianza, es la base de la lealtad , virtud esencial. Además, por su etimología, deviene de fe. Sin fe, no hay organización, no hay lucha, no hay solidaridad, no hay esperanza ni sueños. El desleal rompe un fiado, y es un traidor.
Y esto me lleva a la dedicación que Alfredo me dejó en otro de sus libros, “Chau” Gatica (1985, 2da. Ed.). En ella, junto con el abrazo compañero, decía simplemente: “Por los sueños y la lucha”.
Al memorar estas dedicatorias, sólo quería señalar la coherencia profunda de Carlino. Basta mirar la serie que se genera: poeta (poesía), amigo, compañero, testimonio, lucha del pueblo y sueños.
2.- “Chau” Gatica
“Chau” Gatica también es un “cuaderno” (43 págs.) con ilustraciones de Roberto Duarte. El prólogo, esta vez, es de Juan Carlos La Madrid. Sostiene que “el martirologio de Gatica puede movilizar a la estética más decantada y a su formulación cautivante y llena de configuraciones”; pero, lo importante es que en el libro “predomina la ética sobre la estética”.
El prologuista parece un poco asustado ante la estética de Carlino que respira con el aliento confuso de las multitudes del Mono Gatica y es una especie de “cross a la mandíbula”, diría Arlt, para los que separan estética de ética. La Madrid, vestido de prudencia canónica, reconoce que Alfredo Carlino con el fundamento popular del martirologio de Gatica “alcanza el plano poético”; pero, aclara, “en este caso, ético ante todo”. Llega, sin embargo, a una interesante conclusión: en el libro se produciría una dramática polémica entre la “excitación proclive a la estética vacía”, montada “sobre la palabra sin alma”, y el “tango lento y fatal” de Gatica al que, según el poeta, nunca le perdonaron nada, “ni sus pies descalzos”.
La Madrid recuerda que el mismo Carlino, en su adolescencia, fue un aguerrido pugilista. También pudo haber sido “otro Justo Suárez, otro Gatica”. Como ellos, “pasó años en los gimnasios entre olores de linimento y transpiración de pobres”. Después de haber aludido y eludido prevenciones de poéticas dominantes, concluye por reconocer la singularidad de la poesía de Carlino: “La caja de resonancia de “Chau” Gatica , excelente y extraordinario conjunto de poemas originales, no ha de ser la que retiene rumores sigilosos de seudos hermetismos y falsos vanguardismos; el ámbito de su ronquido se extenderá de esquina a esquina y en el hambre y la desesperación de los millones de Gaticas que impulsan a Buenos Aires hacia su destino”.
En el prólogo de Borges a El Paso de los Libres de Arturo Jauretche, el inefable Georgie, irigoyenista en esa época, zafa destinando el poema, no a la biblioteca y la universidad, sino a las “seis cuerdas”, es decir, a los balbuceos ruidosos del arte popular. A lo mejor es lo que quiere significar La Madrid con la expresión “ámbito de su ronquido”. Pareciera ser un modo de estratificar mirando desde arriba. De todos modos, valiente actitud de La Madrid que aceptó escribir un prólogo laudatorio a un “peroncho” en derrota, seguramente un amigo.
Termino invitándolos a considerar el recorrido de “Chau” Gatica. La primera edición data de 1964. Se avisa sobre otras ediciones. ¿Cuáles son? No están en las librerías, las bibliotecas universitarias, las aulas de estudios superiores. Los poetas del 60 deambulaban por la patria leyendo sus poemas. Lo hacían en clubes, en gremios, en actos públicos, en bibliotecas populares, en encuentros de poetas. ¿Qué más? Circulaban junto a músicos, actores y plásticos por lugares no consagrados por la cultura oficial, por lugares en que las estéticas eran un torbellino babélico que los oídos refinados percibían como confusión y ruido.¿Cuántos pasaron al olvido? ¿Qué olvido?
Carlino, poeta y peronista, fatigador del deporte popular y el tango, enfila hacia el recital en que poesía y música se maridan. Se congrega, así, con otros artistas que andan buscando su voz.
Fíjense. en 1972, tiempo de rebelión y vocerío incesante, “Chau” Gatica se edita en una disco larga duración (un LP). La tapa ha sido ilustrada por Ricardo Carpani y la música es de Rodolfo Mederos y Virgilio Espósito.
Agreguemos. El 16 de junio de 1973, Alfredo Carlino estrena en el Teatro Lasalle una “operita” titulada “Metalúrgica en Re menor, para Felipe Vallese”. La música pertenece a Osvaldo Manzi que la interpreta con su orquesta.
Pensemos en que hay ciclos, más breves, más largos, en que el arte popular esplende y muestra su rostro. Pero, generalmente, es una corriente subterránea, una serie revoltosa que no quiere callarse, que habla sin cesar, más allá de censuras y de miedos. Miren la lista que me dictan los dos cuadernos de Carlino y que lo acompañan en su peregrinación por el corazón del pueblo: Arturo Jauretche, Fermín Chávez, Ricardo Carpani, Roberto Duarte, Antonio Betanin, Rodolfo Mederos, Virgilio Espósito, Alfredo Gobi (ver el libro Buenos Aires, tiempo Gobi). Y en lo más profundo, “desde el hedor de América”: el Mono Gatica, Juan Perón, el tango.
Alfredo Carlino, “poeta, amigo y compañero”, HLVS, Perón (siempre Juan) vive.
Jorge Torres Roggero
Córdoba, 2 de abr. de 18
Fuentes:
Carlino, Alfredo, 1985, 2da. Edic., “Chau” Gatica, Buenos Aires, Editorial Docencia
, 1986, Perón siempre de Juan, Buenos Aires, Ed.de la Reconstrucción
Un poema de Alfredo Carlino:
“Chau MONO”
Tomabas vino muchacho, tomabas
groseramente vino,
qué feo alcohol, qué feo!
Más te hubiera valido
vender cocaína, hacer negociados,
ser abogado de las compañías de petróleo.
El médico estaba preocupado con tu alcohol
-una larga noche habitada por tu nostalgia-
justamente a la hora en que Buenos Aires
advertía de a llantos con su íntimo y fervoroso silencio
tu partida
una retorcida memoria que nos hacía daño en el
suburbio
porque era honda la nube que estallaba en el corazón
aún más adentro
cinchando porque sí, porque ¡Dale, mono! y tantas
cosas.
Lo que no te perdonan son tus pies delcalzos
remontados como un grito,
una insolencia desde los suaves pastos puntanos,
tu falta de respeto con el juez aquel y en público,
tus coches, la galera, el ademán.
Porque de ser uno más y el anonimato
te creció el olvido
y con tu trigo fantasmal se te dio por meterte de guapo
afiebrado de acontecimientos en el corazón de todos.
Porque no pueden perdonarte tu corazón ingenuo
aún niño
la poesía de pájaros demorada en tus ojos,
tu urgencia por querer ser igual
toda una subversión humana,
las historias de júbilo popular iluminadas de fervor y
distancias
la “Misión Inglesa” el nombre de tu hija, el estrellato.
Lo que no te perdonan son tus sucios pies de canillita
el no haber ido a la escuela,
pero ardiendo siempre como el viento de protagonista
y esa dramática alucinación de querer vivir tuteándose
con la vida.
Pero no importa señores, maten la pasión, la calle, los
gorriones populares
¡Maten! Maten…
Ahora ya no serás más José María,
serás un árbol, un tango,
el barrio enarbolado.
La eternidad, hermano.
Alfredo Carlino, del libro “Chau”Gatica.
Del libro Perón siempre de Juan:
ANDÁBAMOS JUNTOS
Te he llevado
en los cafetines como un tango,
donde el amor y los olvidos se ultiman.
En las villas miserias
con Vallese y los mártires.
Te he llevado Perón
en las iras caminadas lentamente.
De pie, entero,
la manera en que fuimos, General,
aun contra todos y de contramano.
Te he llevado Perón
con Juan adentro de la cárcel,
en el salario efímero,
en la desocupación brutal de las ganancias,
en la mirada, en el estandarte,
en la sangre interior que no se viola.
Te he llevado Perón
a los mitines,
en la violencia que nos llegó tremenda y sin aviso,
en la luna de asombro
que afirmamos con los votos de a millones.
Te he llevado
en la esperanza de los humillados,
en el hambre
con que mi pueblo combatió la infamia,
en el intenso silencio de los indígenas,
en el aire fresco de Sandra y Ariel, mi hijos,
voceándote en las manifestaciones populares.
Te he llevado Perón
en la honda bronca de mis hermanos
que anhelaban los cambios en tu nombre
en el Gatica que admiraste
y en la poesía que sembré
llevando al pueblo hasta los tuétanos
Te he llevado Perón
en la mujer que amo,
en las lluvias,
en la antigüedad de las nubes,
y en los ocasos.
Te he llevado secretamente en las proclamas
y en la intimidad del hombre que se entiende en la consigna.
En el corazón de miel
y en el panal de la multitud
que el 17 de noviembre te rescaba.
Te he llevado, Perón, por todos lados,
porque aquí y allá, en esto o en aquello, siempre estabas.
Perón de la enorme estatura
crecido de aves australes,
en el sur más sur de esta tierra del sur.
Te inventaron con pájaros y madreselvas
y en la inaugural mañana de tu nombre,
hubo edictos populares
que resolvieron la ancha ternura
de convocar a un pueblo para cambiarlo todo.
¡Oh Señor de mi Patria
testimonial y único!
Te llevaré con la luz de las masas
para cumplir tu sueño
y en las brevas(sic) que fundaste para el tiempo nuevo.
Tu tango solo y fatal hasta la muerte.
Oh, Perón de arenas y crepúsculos,
Señor de auroras profundas.
Conductor de los fuegos que estallan
para arder los viejos maderos.
Perón del amor, de guitarras y poemas,
te llevaré con tanto Juan
hasta el triunfo final y nuestro.
Alfredo Carlino