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Por Jorge Torres Roggero

1.- La tradición mediterránea y América

Un frecuente y porfiado lugar común refiere que Vidas Paralelas de Plutarco era el libro de cabecera de Perón. Basta una somera incursión por sus obras, para refrendar su pasión por la ejemplaridad de la cultura clásica. En efecto, muchos de sus más conocidos “apotegmas» son citas de la antigua sabiduría mediterránea (greco-romana-judeo-cristiana). Podríamos decir que recurría a la vieja tradición que considera a la historia como «maestra de la vida».

El mundo mediterráneo, reducido a mero pintoresquismo, hace más de un siglo que es permanentemente subalternizado por la prepotencia anglosajona. Baste recordar que, cuando ocurrieron apuros económicos en Portugal, Italia, Grecia y España, los ingleses se solazaban, mediante un juego de iniciales, llamándolos «cerditos» (pigs) de la zona euro.

Esos países representan, sin embargo, a aquel occidente que ostentaba el culto del «deus invictus» cuya imagen también nosotros los argentinos enarbolamos como emblema nada menos que en «el sol incaico” de nuestra bandera. Somos los que esperamos “el alba del gran día” que vislumbró Yrigoyen y la “hora de los pueblos” cuyo sordo clamor anunciaba a Perón el advenimiento de la “comunidad organizada”.

Nos enorgullecemos de ser un pueblo “multígeno” (Scalabrini Ortiz lo dijo) de tradición occidental mediterránea (Grecia, Roma, España, Medio Oriente, Norte de África) hondamente enraizado en la origienariedad de América y futuro protagonista del universalismo en marcha.

Rubén Darío, poeta y profeta, lo sintetizó con fuerza de vaticinio en su oda “A Roosevelt”: “Más la América nuestra, que tenía poetas/desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl,/ que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco,/ que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió;/ que consultó los astros, que conoció la Atlántida/ cuyo nombre nos llega resonando en Platón,/ que desde los remotos momentos de la vida/ vive de luz, de fuego, de perfume, de amor,/ la América del grande Moctezuma, del Inca,/ (…) esa América/ que tiembla de huracanes y que vive de amor,/ hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive./ Y sueña. Y ama, y vibra, y es la hija del Sol.”

Perón recurría a la tradición clásica no sólo para referirse a los grandes motivos de la cultura universal, sino que también aprovechaba las enseñanzas de los grandes textos del canon para su aplicación a la lucha política coyuntural. Van unos pocos ejemplos.

2.- Avatares del “caballo de Troya”

En 1971, el dictador Lanusse quería imponer elecciones amañadas. Con Perón proscripto, se ilusionaba con un apoyo del peronismo o, por lo menos, de sectores del movimiento dispuestos a negociar. Pretendía ser candidato a presidente de una rara entente. Presentó entonces, como una imagen de tolerancia y democracia, de pacificación y diálogo, el Gran Acuerdo Nacional. No era la primera vez en nuestra historia que el sistema en crisis, con el pretexto de la “crispación” y con la ofrenda de un falaz consenso, procedía a camuflar el continuismo con nombres sonoros: Acuerdo, Conciliación, Ley Sáenz Peña, Contubernio, Unión Democrática.

Es entonces cuando Perón desnuda la falacia del Gran Acuerdo Nacional mediante el recuerdo del Caballo de Troya: “Ya los antiguos nos habían enseñado a desconfiar de los halagos del enemigo, y aquello que los helenos no habían podido lograr en diez años de cruento y permanente asedio, lo consiguieron en una noche por medio de la astucia: el caballo de Troya, considerado como una ofrenda brindada a los dioses por los griegos, fue la ruina de una ciudad. Años después, Virgilio en su Eneida pone en boca de Laoconte – sumo sacerdote – “Timeo danaos et dona ferentes” (“desconfía de los griegos y más aún cuando hacen ofrendas”). Es decir, desconfiemos de los enemigos sobre todo cuando nos halagan” (Juan Perón, 1971).

Adviértase que no sólo se apoya en la tradición homérica, sino que recurre con fluidez a la versión latina (Eneida) para remarcar la lección política.

En esa época la tradujo también al criollo cuando dijo: “Ven conmigo a pescar, le dijo el pescador a la lombriz”. Lo que se busca es que nosotros seamos la lombriz”.

3.- Licurgo, precursor del justicialismo

Evita, en sus clases sobre Historia del Peronismo, postulaba que Licurgo bien podría ser considerado un precursor del justicialismo. Consideraba que había que estudiarlo y comprenderlo. En efecto, Licurgo “fue quien realizó, tal vez por primera vez en el mundo, el ideal justicialista que establece que la tierra debe ser del que la trabaja. Es así, como Licurgo repartió la tierra de los espartanos en partes iguales; y se dice que, en los tiempos de cosecha, Licurgo comentaba, al ver todas las parvas iguales, que parecía que la Laconia era una herencia que se había repartido entre hermanos, porque todas las parvas de toda la Laconia eran iguales.” Señalaba, además, que para que existieran menos pobres y menos ricos, hizo desaparecer el dinero. La revolución económica consistía en acuñar monedas de hierro para que desaparecieran la codicia y la avaricia. Más aún, para destruir el distingo de clases, dictó una ordenanza que obligaba que todas las puertas fueran iguales tanto en las mansiones señoriales como en las humildes casas.

Gracias a esto, Esparta tenía conciencia social. Cada uno se sentía responsable del destino común. Tenían personalidad individual y organización social. Pero todavía no era el justicialismo. Eso era para el espartano: “Pero frente al espartano podemos oponer a la masa de los ilotas, que sumaban más de 200.000, y estaban excluidos (…) no tenían condición de pueblo, no podían reunirse, llevar armas, salir de noche y, como se multiplicaban terminaron por autorizar a los jóvenes la cacería de ilotas un día al año”.

De tal modo, el ejemplo de Esparta sirve para ilustrarnos sobre la lucha de los pueblos “para pasar de la esclavitud a la libertad, de la explotación a la igualdad y de ser un animal de trabajo a sentirse y ser hombres”.

4.- Alejandro Magno y la oligarquía

Perón, por su parte, en sus clases de Conducción Política, también recurría con frecuencia a la cultura clásica greco-romana. Refiriéndose a una clase de Evita sobre la oligarquía y su carácter de sirena devoradora que siempre está tentando a los peronistas con sus modos de vida, con su pasión por los círculos cerrados, con el hedonismo, el egoísmo y con su tendencia a la “acepción de personas”, la parafraseaba así:

“Decía ella que Alejandro el Grande, que sin duda fue un rey descamisado, al salir de Macedonia regaló todos sus bienes preservando para él sólo la esperanza, también cayó en manos del sentido y del sentimiento oligárquico”. Así fue como Alejandro, que siempre había sido un rey descamisado, al apoderarse de Persia, entró al palacio de Darío, vio su trono de oro y exclamó: “Esto sí que se llama ser rey”. Entonces se aculturó, se asimiló a los persas y “cayó en manos de la oligarquía otra vez”. Conclusión del ejemplo: “Le pasó lo que dice la señora que no nos tiene que suceder a nosotros. Los conductores han caído mucho en eso.” Y continuaba Perón: “Yo voy a seguir tratando de los otros conductores, de los que no se asimilaron a la oligarquía”.

5.- El Centauro: camino a la armonía

En Comunidad Organizada Perón recurre al mito griego del Centauro. “En varias ocasiones ha sido comparado el hombre al centauro, medio hombre, medio bruto, víctima de deseos opuestos y enemigos; mirando al cielo y galopando a la vez entre nubes y polvo.” Luego de sostener que la comunidad a que aspiramos es aquella donde la responsabilidad y la libertad son causa y efecto, donde existe una “alegría de ser” fundada en la persuasión de la dignidad propia, donde el “individuo tenga realmente algo que ofrecer al bien general, algo que integrar y no sólo su presencia muda y temerosa”, Perón retoma el símil: “En cierto modo, (…) equivale a liberar al centauro restableciendo el equilibrio entre sus dos tendencias naturales. Si hubo épocas de exclusiva acentuación ideal y otras de acentuación material, la nuestra debe realizar sus ambiciosos fines nobles por la armonía.  No podremos restablecer una Edad-centauro sólo sobre el músculo bestial ni sobre su solo cerebro, sino una edad-suma-de-valores, por la armonía de aquellas fuerzas simplemente físicas y aquellas que obran el milagro de que los cielos nos resulten familiares”.

Fuentes:

PERON, Eva, 1971, Historia del Peronismo, Buenos Aires, Editorial Freeland

PERON, Juan Domingo, 1973, La Comunidad Organizada, Buenos Aires, Ediciones Cepe

                                   , 1973, La Comunidad Organizada y otros discusos académicos, Buenos Aires, Macacha Güemes.

                                  , 1971, Conducción Política, Buenos Aires, Editorial Freeland

(La ilustración es de una gran artista plástica: la compañera Ángeles Crovetto)

De chicos, solíamos corear una vieja oración llamada símbolo de la fe: en ella confesábamos creer en la “comunión de los santos”. Eso significa, nada menos, que la solidaridad entre las generaciones (vivas, muertas y venideras); y se manifiesta en cuanto pensamos, decimos y hacemos. Eso significa, también, que nos amenazan los mismos males y esperanzas. Por eso otra antigua oración decía: “líbranos de todos los males, pasados, presentes y futuros” (La ilustración es de una gran artista plástica: la compañera Ángeles Crovetto)(“ab omnibus malis praeteritis, praesentibus, et futuris”). Esa fe, o confianza en la certeza de que nada de la comunidad nos es ajeno, es la base de la “comunidad organizada”. Es el triunfo de la “ley del corazón”, de la solidaridad, de la amistad, el compañerismo, el codo con codo; y el saber qué lugar, aunque sea el más humilde, nos toca en cada momento. Ramón Carrillo, gran creyente y gran científico, decía la siguiente: “Debemos reconocer que en un Estado y en una sociedad planificada, el hombre no puede ser concebido sino en función de los demás hombres. Porque no sólo pensamos con el cerebro, sino que pensamos con todo el cuerpo; el hombre aislado es una utopía, ya que, si bien piensa y siente con su cerebro y su cuerpo, también piensa y siente con el cerebro y el cuerpo de los otros hombres. El hombre aislado es un artificio filosófico. Dependemos de todos los que nos rodean, incluso de los muertos que nos han legado su espíritu y sus obras.” En esa tónica, escribí este poema que comparto con ustedes. Es, también, un homenaje en el cumpleaños del General Perón nuestro Jefe y Maestro.

ESTAMOS TODOS LOS QUE SOMOS
Somos el pueblo de la Patria. Somos
Argentina de pie, todos unidos.
Venimos desde el fondo de la historia
y a nuestra marcha (no es marcha forzada)
ningún muro ha podido detenerla
porque es promesa santa
la luminosa “hora de los pueblos”.

Somos la tribu de Oberá, el enviado,
que un día salió en busca
de una tierra sin mal ni encomenderos;
y somos los mancebos de la tierra
que a Don Juan de Garay le hablaron claro
pues sólo poseer querían la tierra
que solos la ganaron en la guerra.

Somos los calchaquíes que, aun vencidos,
van deportados pero siempre unidos.
Los comuneros somos que allá en Nono
se alzaron proclamando
que la voz del común es voz del pueblo
y voz del pueblo es voz de Dios, de todos
los que abominan yugos extranjeros.

Somos el ruido sordo de la plebe
que en el glorioso Mayo
repechó tumultuosa hacia el Cabildo;
y la chusma inmortal que la carroza
de Yrigoyen tiró hasta la Rosada.

Y también somos los descamisados
brotados del subsuelo de la Patria:
todos unidos, altas las banderas
de amor y paz, para anunciar al mundo
horas de redención y de justicia,
la ley del corazón, la luz del otro.

Porque, otra vez, unidos venceremos
y saldrá el sol de Mayo para todos:
¡somos y estamos todos los que somos!

Jorge Torres Roggero
8/10/20.

carrillo-1-640x381por Jorge Torres Roggero

En 1951, en los albores de la cibernética, Ramón Carrillo da cuenta de la creación del Departamento de Cibernología de la Nación. Tanto en el ámbito oficial, como en los sectores más críticos al gobierno, recibieron la noticia con asombro y desorientación. ¿Qué era lo que se escondía bajo el nombre enigmático de Cibernología? Para unos era un delirio, para otros un objeto de ludibrio, una prueba de la desmesura e ignorancia de los  “cabecitas negras”. Revisando algunos conceptos de Ramón Carrillo  en “Sobre Cibernología o el arte del gobierno”,  en  DINÁMICA SOCIAL (N° 19, marzo de 1952), se nos ocurrió la peregrina idea de relacionarla  con la Comunidad Organizada  y el Modelo Argentino. ¿Había meditado Carrillo sobre la utopía peronista de la Gran Armonía entre individuo y colectividad, la liberación del hombre insectificado y la alegría de ser como fundamento de la comunidad? ¿Habrá sido objeto de conversación entre los dos humanistas, entre el Jefe y el Sabio, “el arte de gobierno”, “ la comunidad organizada”, “el plan estratégico”?  Si Perón y Eva Perón fueron los testigos de casamiento de Ramón y Susana Pomar, seguramente compartían también sus más íntimas disquisiciones sobre el destino del hombre y de la Patria. Eso me impulsó en llamar a estas breves elucubraciones: “bosquejo de una comunidad organizada en el siglo XXI” como resultado de una verdadera “ciencia del hombre”. Ahora bien, antes de iniciar nuestra entrada al campo todavía inquietante de las reflexiones en que Ramón Carrillo habla de Cibernología y biopolítica, se impone una aclaración que solo tiene el objeto de distinguir para entender.

Me refiero a Michel Foucault y sus estudios sobre biopolítica. En tal sentido, es oportuno señalar que Carrillo se funda en un humanismo más próximo a la afectividad popular que al racionalismo instrumental del sabio francés que entiende a la biopolítica como mejora de la salud popular practicada por medio de dispositivos de vigilancia y control de los fenómenos sanitarios. Se trataría de una arquitectura de poder tendiente a estatizar lo biológico. La biopolítica sería un dispositivo de primer orden para conformar un saber destinado a la maximización de biopoder ejercido sobre “seres insectificados”. En otras palabras, la medicina social como estrategia de control. Por supuesto, este esbozo  no pretende discurrir sobre los distintos indicadores biopolíticos a través de la historia, ni sobre el uso del Estado como ordenador violento. Sólo queremos distinguir, postergando debates necesarios, dos características básicas en el concepto de biopolítica: Foucault, más cercano al positivismo mecanicista, habla de un biopoder sectorial; Carrillo, desde el humanismo peronista, despliega una poética abierta e integradora, un verdadero  arte de gobernar en que el sujeto es el pueblo. Nuestro sabio se empeña en crear las bases de una “eubiótica”, o sea, una ciencia de la salud superadora del “higienismo” “porque amplía con su lente los pequeños y grandes factores del bienestar humano”.

Eva Perón hablaba del derecho victorioso del más » débil». En consecuencia, a lo mejor la historia de nuestras luchas por la vida, de la selección de las especies y del dominio del más fuerte, no es la verdadera historia. Pero, como en la microbiología, existen otras posibilidades. Está comprobado que, mediante la cooperación, el débil logra sobrevivir y sobreponerse a la agresión del más fuerte. Refiriéndose a esto, dicen los microbiólogos Lynn Margulis y Dorion Sagan en Microcosmos: “La competencia en la cual el fuerte gana ha recibido mucha mejor prensa que la cooperación. pero ciertos organismos superficialmente débiles han sobrevivido formando parte de entidades colectivas, mientras el representante de los fuertes, al no haber aprendido el truco de la cooperación, fueron arrojados a la pila de los residuos de la extinción evolutiva”.

De tal modo, no seríamos seres autónomos, sino eslabones de una cooperación simbiótica. La vida es una forma de cooperación. Surgiendo de la confusión y el caos, se realimenta. La supervivencia no es una especialización de los más aptos, no es el dispositivo de un biopoder; es, en cambio, la cooperación como la más potente operación de cambio evolutivo.

A partir de una intuición poética, Kropotkin  postulaba una interpretación del origen de las especies diferente al determinismo positivista. En su libro Socorro Mutuo, plantea: “Si nosotros preguntamos a la naturaleza quienes son los más aptos, si los que continuamente guerrean entre sí o los que se respaldan mutuamente, vemos de inmediato que los animales que adquieren habito de socorro mutuo son indudablemente los más aptos. Tienen más oportunidades de sobrevivir y alcanzar, en sus clases respectivas, el mayor desarrollo de inteligencia y organización corporal”.

Cibernología y Cibernética

Carrillo postula la necesidad de crear un nuevo arte de gobernar. Para ello había que superar la etapa del método analítico que “despedazó la realidad humana” y se dedicó a estudiar  “fragmentos científicos” sin relación entre sí. Esto impidió pensar en “los fines de la vida humana o en su mejoramiento con relación a su integridad”. Obsérvese que Carrillo habla de fines, lo que implica una escatología; y, de “integridad”, o sea, a la necesidad de tener en cuenta componentes supra corporales del sujeto histórico pueblo. No sin antes referirse a la etimología común entre Cibernética y Cibernología (manejar un timón, gobernar o dirigir) se ocupa de establecer sus diferencias: “La Cibernética, pensaba Carrillo, ensaya establecer una teoría general de las máquinas de controles automáticos y  susceptibles de registrar datos de un problema determinado resolviéndolos en un tiempo mucho más corto de lo que podría hacerlo el cerebro humano. Con tales máquinas la cibernética empieza su marcha, sin duda, asintótica, hacia la realización del cerebro artificial. Su punto de arranque tanto como sus objetivos son, pues, completamente distintos a de la Cibernología.

La Cibernética parte de la mecánica y tiende hacia una mecanización cada vez más completa del trabajo del hombre, incluso el trabajo del intelecto, con el objeto de economizar esfuerzo y tiempo.”

Si prestamos atención, observaremos que, en esta caracterización, prevalecen vocablos referidos a valores cuantitativos: máquinas, controles automáticos, registro de datos, economía de tiempo cuyo objeto es un rumbo fijo: la meta final del cerebro artificial. Pero claro, la marcha es asintótica, es un aproximarse sin cesar a una meta a la cual nunca podrá arribar.

Entonces, para establecer diferencias , y llegar al componente totalizador que Carrillo atribuye a la cibernología, recurre a una serie de aproximaciones que van ampliando el horizonte de comprensión y, a la vez, precisando nuevos aspectos. En primer lugar, la cibernología cambia los fines con respecto a la cibernética. No mecaniza y ni altera el uso de los recursos científicos, pero los destina a humanizar el Estado y el Gobierno: “La Cibernología sería, entonces, la ciencia integral del hombre.”

Pero ¿ cuál es la finalidad que dirige todos los esfuerzos cibernológicos? Carrillo responde: “es la de incrementar el bienestar y hacer posible la felicidad, en términos colectivos, concebido esto en el sentido más elevado, como abarcando, desde la satisfacción de las necesidades fisiológicas hasta los aspectos psíquicos, toda la vida del hombre.” Se accede así a una segunda definición que ubica a la cibernología entre las ciencias humanas: “ es una ciencia que reúne todos los conocimientos relativos al hombre con la finalidad de promover su bienestar y felicidad.”

Cibernología y biopolítica

La tercera aproximación al concepto de cibernología se relaciona con la felicidad a la que se atribuye un carácter eminentemente social. El yo no es feliz si no lo es también el otro: “Hablo de la felicidad, la felicidad humana, que sólo es concebible dentro de una colectividad, pues el hombre es “par excellence” un ser social.” La cibernología, entonces, es también una praxis científica que se corporiza en reglas que permiten organizar la vida de las “comunidades humanas”. De tal modo,  la tercera definición de Cibernología tiende a enfocar su carácter de ciencia aplicada: “la Cibernología es la ciencia y arte de organizar las comunidades y gobernarlas. La biopolítica es una de sus técnicas.” Llegamos así al uso del término “biopolítica” en la visión de Ramón Carrillo. En primer lugar, habrá que señalar que es “una” de las técnicas de la cibernología. Recordemos que, desde el punto de vista peronista, la práctica social surge del seno del pueblo que es un totalidad abierta. Es lo integrador en contradicción viva con lo sectorial.

Entonces, la Cibernología es, según Carrillo: “el estudio integral del hombre a los fines de la organización científica de los pueblos y, en especial, de su gobierno, para procurar el bienestar y la felicidad total o del mayor número de individuos, asegurando el pleno desarrollo de la personalidad de cada uno sobre la base de una eliminación, lo más completa posible, de los factores ataxiológicos o desordenadores.” El factor ataxiológico es el desorden o falso orden. El falso orden es el que naturaliza, por ejemplo, la esclavitud que, según las épocas, puede ser producida por la explotación del hombre por hombre “o por la pobreza y la miseria producidas por el desorden económico y la falta de organización de los pueblos en cuanto a sus posibilidades de desarrollo material y espiritual. (…) Si el hombre no piensa cibernológicamente, jamás encontrará una salida al atolladero adonde nos ha conducido nuestra actual civilización.” Es la idea de caos compartida con Perón. El conductor político no conduce lo organizado sino lo orgánico, lo hirviente de vida. El caos sobreviene de lo profundo del pueblo, allí habla sin cesar, crea formas de poder que, para los “factores ataxiológicos” o agentes del falso orden, son monstruos amenazadores. Carrillo aplicó, por ejemplo, a la salud cierta idea sobre la existencia de un atractor extraño como operador de auto ordenamiento. En sus consideraciones sobre la planificación de la salud considera que toda organización es apasionante porque sólo es estática en el papel. En “cuanto surge la vida” o simplemente contrasta con la “proclividad del hombre a preferir senderos trillados a la picada en el monte abrupto”, es cuando vale la pena organizar algo. Entonces, cuanto se refiere a la vida de los semejantes, es un acto de amor. Primero, obrar sin exclusiones; después, fundamentar conceptualmente la acción. Como su amiga Evita, estaba convencido de que lo incluyente es el amor. Si me falta teoría, puedo incluir con el amor que, según Evita, “alarga la mirada de la inteligencia”. Entonces, la cibernología sería una ciencia axiológica y valorativa; pero, a la vez, técnica y práctica, una biopolítica. Es ciencia de vivir; y arte de inculcar la vida. Surge, entonces, la pregunta sobre el medio adecuado para superar el fetichismo cientificista al servicio del poder material, para “humanizar el capital” y la organización de la vida humana. Para eso llega a una cuarta aproximación a la Cibernología: “definida, pues, por su objetivo, el hombre, podríamos también definirla por el medio que maneja para alcanzarlo, esto es, el Estado. Desde este punto de vista, la Cibernología sería la ciencia y la técnica de la organización y conducción del Estado, fundado en el conocimiento, lo más completo posible, del hombre y de la sociedad y de las leyes naturales que regulan su existencia y su conducta a fin de asegurar un mínimo de bienestar y felicidad a un máximo de individuos. Pero solo  el Estado organizado sobre la ciencia y la técnica, puede promover un profundo cambio en la educación, en la vida cotidiana del hombre-masa, en sus hábitos y costumbres, regular sus instintos, perfeccionar su salud y prolongar su vida útil; solo un Estado técnicamente organizado puede cumplir un plan que sirva al hombre mismo y no al Estado; puede así el Estado organizar el trabajo colectivo, ubicar las masas humanas en ciudades urbanística y sanitariamente concebidas; crear viviendas dignas y legislar con respecto a las leyes naturales.”

El Estado cibernológicamente concebido

El papel cibernológico y ordenador atribuido al Estado es imposible sin una concepción del otro . Solo cuando incluyo al otro soy yo. Pero, entonces, somos. Somos tiempo acumulado (memoria colectiva), el individuo aislado es una abstracción, una categoría. La individualidad es en sus raíces una empresa colectiva (cooperativa). Es una secreta interconexión de universos. Existimos con todo el cuerpo y con el cuerpo de los otros. “Existo, luego pienso”, decía Rodolfo Kusch. Más aún, en esa organización del caos que es el Estado, cuando pensamos, no sólo piensan con nosotros los “otros hombres”, sino también los muertos: “Debemos reconocer, postula, que en un Estado y en una sociedad planificada, el hombre  no puede ser concebido sino en función de los demás hombres. Porque no sólo pensamos con el cerebro, sino que pensamos con todo el cuerpo; el hombre aislado es una utopía, ya que si bien  piensa y siente con su cerebro y su cuerpo, también piensa y siente con el cerebro y el cuerpo de los otros hombres. El hombre aislado es un artificio filosófico. Dependemos de todos los que nos rodean, incluso de los muertos que nos han legado su espíritu y sus obras.(…) La Cibernología y su técnica, la biopolítica, no son meras doctrinas filosóficas o científicas, constituyen un botiquín para una medicina de urgencia de la humanidad”. La cibernología, sería así, una “integración de integraciones” Por eso ambicionaba que los hospitales argentinos no fueran “casas de enfermedades”, sino “casas de salud”. El hospital carrilliano no solo era un centro asistencial para curar, sino también  un centro de cultura con sus salas de conferencias y de proyección cinematográfica para enseñar al pueblo a “vivir en salud”.

Arturo Carrillo, en un libro colectivo (cibernológicamente escrito, diríamos) titulado Ramón Carrillo, el hombre, el médico, el sanitarista, da cuenta del especial pedido de su hermano para que se dieran a conocer sus propuestas cibernológicas.  El original, inédito, consta de “18 capítulos escritos en el exilio, tipeados en una Olivetti, amarillentos y olvidados que guardaba con mucho celo su esposa Susana”.

Esto debe inducirnos a formar equipos para estudiar la obra y vida de Ramón Carrillo, sus proyectos y realizaciones, su filosofía antropológica, su entrega total al otro, a la felicidad del pueblo argentino. Este insigne “maestro” (así la consideraba Perón), como muchos otros del primer peronismo sufre todavía exilio y persecución. Después de todo, su vida y su obra fueron una actualización y puesta en práctica permanente de una de las 20 verdades. Aquella que considera al justicialismo como “una filosofía de la vida, simple, práctica, popular, profundamente cristiana y profundamente humana”.

Jorge Torres Roggero

Profesor Emérito, Universidad Nacional de Córdoba

Córdoba, 22 de abr. de 19

Fuentes:

Los datos, citas y transcripciones que hemos desarrollado reconocen las siguientes fuentes de consulta:

ALZUGARAY, R.A., 1988, Volumen I y II, Ramón Carrillo, el fundador del sanitarismo nacional, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina

BREVETTA RODRÍGUEZ, Miguel A., 1972, “La otra cara de Ramón Carrillo”. En: Cuadernos de Cultura, Municipalidad de Santiago del Estero, Año III, N° 6, octubre 1972.

CARRILLO, Arturo et alii, 2005, 2ª Edición, Ramón Carrillo, el hombre, el médico, el sanitarista, Buenos Aires,  Carrillo Ediciones.

CARRILLO, Ramón, 1947, Tres tomos, Plan analítico de salud pública, Buenos Aires, Ministerio de Salud Pública de la Nación

CARRILLO, Ramón, 1949, Dos tomos, Política sanitaria argentina, Buenos Aires, Ministerio de Salud Pública de la Nación

CARRILLO, Ramón, 1951,  Dos tomos, Teoría del hospital, Buenos Aires, Ministerio de Salud Pública de la Nación.

CARRILLO, Ramón, 1952, “Sobre la Cibernología o el arte del gobierno”. En: Revista Dinámica Social, Año II, N° 19, marzo de 1952.

CARRILLO, Ramón, 1952,  “Introducción a la Cibernología y a la biopolítica ( los espacios del hombre)”, en Hechos e Ideas, Nos. 98-99, Mayo y junio 1952, Buenos Aires.

CARRILLO, Ramón, 1974, “El criterio biológico en el reordenamiento económico de la alimentación en la Argentina”. En: Hechos e Ideas, Año 1, N° 1, mayo/junio 1974.

MAZZUCHI, Silvia Elizabet, 2002, La fundación “Eva Perón”, La Plata, Ediciones U.P.C.N., Pcia. de Buenos Aires.

BRIGGS, J. y PEAT, R.D., 1990, Espejo y Reflejo: del caos al orden, Barcelona, Gedisa Editorial

Hacia 1941 publicó dos títulos hoy inhallables: uno de carácter sociológico, Desarrollo de la industria agropecuaria en Santiago del Estero; otro, Caracteres etnográficos y sociológicos de la población de Santiago del Estero. Una lectura para- textual de los títulos hace suponer que su preocupación estaba dirigida al interior de su provincia y a las condiciones de la población más desvalida.

Por otra parte, no debemos olvidar que su obra filosófica fundamental permanece inédita. Destinada a cursos de postgrado en universidades brasileñas, la redactó en el exilio y contiene un mensaje de carácter universal referido a la salvación del hombre en lo que considera una crisis terminal de la civilización occidental. Se trata de Teoría General del Hombre (28 tomos y un tomo resumen).

 

por Jorge Torres Roggero

1.- La escuela de enfermerasEvita con niños

La práctica feminista de Eva Perón es el modo de formular su firme postura en pos de la liberación de la mujer. Como lo testimonia en su obra escrita y sus discursos, ella leía la realidad con la “inteligencia del corazón”. Para Kusch, el juicio emitido desde el corazón es dos cosas contradictorias a la vez: racional e irracional. Por un lado, es percepción intelectual: dice lo que ve, o sea, es mirada, teoría. Pero al mismo tiempo tiene fe en lo que está viendo. Los operadores seminales permiten dejarse caer en un registro profundo, en la confusa zona en que, por una “especie de coordinación entre sujeto y objeto”, predomina un “sujeto total”. Partiendo de estas distinciones, entre las numerosas realizaciones de Evita, hemos elegido dos: la escuela de enfermeras y el Partido Peronista Femenino.

 El 15 de septiembre de 1950 fue inaugurada la Escuela de Enfermeras. La escuela de enfermeras fue una de las realizaciones más importantes en el vasto programa de acción social de la Fundación “Eva Perón”. La elaboración del plan de estudios corrió por cuenta del Dr. Ramón Carrillo que fundaba su planificación  en tres aspectos: medicina asistencial,  medicina sanitaria y medicina social. Para ello había que curar al enfermo, prevenir las enfermedades  por el control del ambiente y atacar los factores provenientes de la misma sociedad como carencias alimentarias, malas condiciones de trabajo e ignorancia de la higiene, entre otros.

En el “Plan Analítico de Salud Pública”, Carrillo destacaba la función social que debía cumplir una planificación que integrara las diversas ramas de la medicina. Detallaba allí el papel que debía desarrollar la enfermería y la necesidad de una adecuada formación profesional. Sostenía que el país necesitaba 20.000 enfermeras profesionales. Hasta 1947, las enfermeras egresaban de la Cruz Roja y de las escuelas dependientes de las Sociedad de Beneficencia de Capital Federal. Su desempeño dejaba mucho que desear. Y como el peronismo no compartía los criterios de la Sociedad de Beneficencia, planeó transformar estas escuelas e institutos para que respondieran al nuevo proyecto salud pública.

El curso constaba de 12 materias que conformaban el ciclo de grado. En primer año cursaban Anatomía y Fisiología, Semiología, Higiene y Epidemiología, Patología General y Terapéutica, Defensa Nacional y Calamidades Públicas. En segundo año, Primeros Auxilios, Enfermería Médica y Quirúrgica, Obstetricia, Ginecología y Puericultura, Dietética y Medicina Social.

La carrera se completaba con un post-grado de dos años en que las aspirantes debían circular por  prácticas hospitalarias en las siguientes especialidades: Transfusoras, Puericultura, Auxiliares Anestesistas, Auxiliares de Radiología y Fisioterapia, Psiquiatría y Neurología y Secretariado de Sala.

Las alumnas recibían, además, clases de conducción de automóviles, camiones y motocicletas, ya que la Escuela contó con un cuerpo motorizado de avanzada para la época y era necesario que la mujer tuviera destreza en el manejo de esas unidades para no depender de un chofer.

Toda unidad sanitaria de la Fundación constaba de una sección de emergencia provista de motocicletas y hospitales móviles. Cada hospital constaba de diez camas, una cabina quirúrgica y equipos de trasfusión y oxígeno. Poseía, además, ambulancias equipadas para operaciones de urgencia, jeeps con equipos de oxígeno y anestesia, camiones para transportar personal médico o enfermos. Era una utopía en marcha, era la reivindicación de la mujer como sanadora y sostén moral en el dolor.

Para ingresar a la escuela, las chicas debían ser mayores de 18 años y no superar los 35. Si tenían dificultades económicas, recibían un subsidio aparte de todos los beneficios y coberturas que brindaba el internado. Recibían, además, clases de gimnasia. Contaban con amplios comedores y terrazas para esparcimiento. Estaban a su alcance todas las comodidades para cubrir las necesidades de las estudiantes.

En 1951, 2000 alumnas desfilaron con su uniforme de enfermeras. Todo el equipo motorizado se desplazó por las calles de la Capital Federal. El público sorprendido contemplaba una sección de urgencias integrada por perros amaestrados que transportaban botiquines de primeros auxilios para la atención elemental y urgente de heridos.

Las egresadas de la Escuela realizaron su tarea en los policlínicos, participaron junto a la Fuerza Aérea en las campañas contra el paludismo o el mal de Chagas y recorrieron varios países latinoamericanos, y aun europeos, llevando auxilio y solidaridad cuando ocurrían catástrofes.

La enfermeras de la Fundación también participaron en el control sanitario a los participantes de los Campeonatos Infantiles Evita. Si bien los campeonatos en sus comienzos fueron dedicados al fútbol, luego incluyeron atletismo, ajedrez, esgrima, gimnasia, natación, básquet, saltos ornamentales y otros. Frente a un feminismo a veces sólo teórico, no estaría de más considerar el feminismo práctico de Evita: en 1951, por primera vez, se incluyeron mujeres en este tipo de competencias en oportunidad de los primeros Juegos Panamericanos; para 1955 ya competían cientos de mujeres en la especialidad atletismo de los Campeonatos Nacionales Evita.

2.- El peronismo de Evita

El 26 de julio de 1949, en la primera asamblea nacional del movimiento femenino peronista, Evita pronuncia un extenso discurso. Plantea en él una doctrina, una teoría y una práctica desde el género. Pero, además, formula una advertencia para nuestros días: “ Nosotras, las argentinas pertenecemos al mundo y no podemos acariciar el sueño imposible de vivir fuera de él. La interdependencia de todos los países de la tierra se acentúa cada día más y los modernos medios de transporte nos aproximan a las antípodas. Además, las fuerzas de la producción que el capitalismo desenvolvió han rebasado todos nuestros conceptos de estado y nación y nos obligan a una permanente vigilancia de nuestra propia soberanía”.

La fundación del partido peronista femenino, una de las grandes realizaciones de Eva Perón, muestra, como toda política peronista, un enmarque universalista. Las mujeres del pueblo deben saber, en primer lugar, que pertenecen a una Patria cuya soberanía está constantemente amenazada. Y en una patria sometida es imposible cualquier tipo de liberación sectorial.

En 1947, en el diario “democracia”, Evita escribió un artículo titulado “Por qué soy peronista” . Allí decía: “si el pueblo fuera feliz y la patria grande, ser peronista sería un derecho: en nuestros días ser peronista es un deber. por eso soy peronista” y agregaba: “soy peronista por conciencia nacional, por procedencia popular, por convicción personal, por apasionada solidaridad y gratitud a mi pueblo”.

En otro artículo, refiriéndose al 17 de octubre, exaltaba la capacidad del pueblo para convertir en positivo lo negativo. El apelativo descamisado “lanzado como insulto, fue recogido como bandera, dejó de significar pobre, mal vestido y se transformó en sinónimo de lucha, de anhelos de reivindicaciones, de justicia, de verdad”. El descamisado pasó a conformar la “vanguardia de la nacionalidad”, entregado a la producción lo mismo en el agro, que en la fábrica o en el taller. Ha roto para siempre las cadenas que lo mantenían en el anonimato social, ya no es un elemento de explotación humana sino factor de progreso que “entierra los conceptos de un capitalismo egoísta y explotador, que fundaba su bienestar en la miseria del pueblo, es un soldado del trabajo, fogueado en las batallas por la independencia económica”. Por lo tanto,  el 17 de octubre significaba: unidad patriótica y reordenadora como sólo habíamos conocido en 1810 mediante una unificación de fuerzas antes antagónicas e irreconciliables. La cuestión consistía en traer a la superficie de nuestra vida común la unidad del pueblo.

 En otro texto, Historia del peronismo, definía al 17 de octubre como una victoria sobre la oligarquía. Pero aparece la palabra miedo, incluso habla del “mayor miedo”. ¿Cuál es? Que la oligarquía pudiera retornar a los mismos peronistas, coparles la mente y el corazón: “le tengo miedo al espíritu oligarca, decía, para ser una buena peronista, trato de ser humilde”. Para eso, es necesario arrojar la vanidad, el orgullo y, sobre todo, la ambición.

¿Qué es el espíritu oligarca? Preguntaba. Y respondía: “para mí es el afán de privilegio, es la soberbia, el orgullo, es la vanidad, es la ambición”. Y añadía: “yo a veces observo que cuando se dicen cosas importantísimas nos las aplauden, si tenemos razón, pero en la práctica hacen, esos mismos que aplaudieron, todo la contrario. Hay que aplaudir y gritar menos y actuar más”. Y concluía: “El único privilegio y el único orgullo es sentirse pueblo”.

Perón había dicho: “no son los cargos los que dignifican a los hombres, sino los hombres los que honran a los cargos”. Evita es sumamente rigurosa con sus compañeros que ostentan cargos. Consideraba que “el funcionario que se sirve de su cargo es un oligarca”  porque en lugar de servir al pueblo, sirve a su orgullo, a su vanidad y a su egoísmo. Los dirigentes peronistas que forman círculos personales sirven a su egoísmo y a su desmesurada ambición. Esos  no son peronistas, son oligarcas, son ídolos de barro.

Va trazando así una ética del trabajo. Perón considera que su mayor título es haber sido honrado como “primer trabajador”. El más alto cargo de la república pertenece a los trabajadores cualquiera fuera su clase de trabajo. La oligarquía, en cambio, era una  clase cerrada. Nadie podía entrar en ella. Le pertenecían el gobierno, el poder y los honores. Se rodeaban sólo de sus amigos. Por eso los círculos son oligárquicos. Por lo tanto hay que estar en guardia permanente para aplastar y destrozar a esos señores. Cuando todos seamos trabajadores, cuando todos vivan de su propio trabajo y no del trabajo ajeno, seremos todos más buenos y más hermanos.

Los políticos que empiezan a trabajar para ellos se olvidan del pueblo. Mi mensaje está lleno de advertencias terribles y proféticas que se han cumplido hasta el final y se seguirán cumpliendo. Allí asegura que hay que “cuidar” (vigilar, controlar) a los dirigentes: “los pueblos deben cuidar a los hombres que eligieron para regir sus destinos…y deben rechazarlos y destruirlos cuando los ven sedientos de riqueza, de poder o de honores”, “la sed de riqueza es fácil de ver, es lo primero que aparece a la vista de todos”.

Las advertencias también van dirigidas a  los dirigentes sindicales.  A los sindicalistas que defeccionan les dedica las más terribles palabras: “el político que se deja dominar por la ambición es nada más que un ambicioso, un dirigente gremial que se entrega al deseo de dinero, de poder o de honores es un traidor y merece ser castigado como un traidor”

¿Cómo se notaron estas ideas en la vida cotidiana del movimiento? Las unidades básicas fueron reflejos del hogar central que es la patria (“la Argentina es el hogar”, dijo Perón). Eran como un espejo  de cada hogar construido por cada hombre y mujer en una dialéctica en que de lo diferente sale lo nuevo, una práctica que a la vez que es amor y gozosa unión carnal, es recinto de las contradicciones cotidianas. Vamos a recordar, creación ejemplar, la fundación del Partido Peronista Femenino y las características de sus unidades básicas.

3.- El Partido Peronista Femenino

El 29 de octubre de 1949 se inaugura el Partido Peronista Femenino en Capital Federal (Corrientes 938); el 5 de noviembre en La Plata; en ese mismo mes, en San Juan, Formosa, La Pampa, Salta y Córdoba.

Su organización contó con protagónica participación de las “delegadas censistas”. El lema de Evita era: “así como los obreros sólo pudieron salvarse a sí mismos y así como siempre he dicho que solamente los humildes salvarán a los humildes, también pienso que únicamente las mujeres serán la salvación de las mujeres”.

En una breve digresión, tributamos nuestra recordación a las  delegadas censistas que recorrieron todas las provincias, pueblo por pueblo; y, en su tránsito, iban engrosando la columna de las mujeres peronistas: Catalina Allen (Bs.As.); Teresa  Adelina Fiora (Cap. Fed.); Delfina de Molina (Catamarca); Elsa Chamorro (Cba.); Celfa Argumedo (Corrientes); Juana Larrauri (E. Ríos); María Isabel de Parravicini (Jujuy); Juana María Beraza (La Rioja); Teresa Gibelli (Mendoza); Hilda Castiñeira (Salta); Trinidad Coronel (S. Juan); Blanca Elena de Rodríguez (S. Luis); Luisa Komel (S. Fe); Ana María García Ronzio (Sta. Cruz); Ana Macri (Tucumán); M. I. Solveira Casares (Chaco); Susana Míguez (Chubut); Sara Rodríguez Alderete(Formosa); Matilde Gaete de Iturbe (la pampa); Elena Fornícala (misiones); Clementina Palumbro (Neuquén); María Rosaura Islas (Rio Negro). Ellas formaron el Partido Peronista Femenino.

Eran todas muy jóvenes,  infatigables en la ayuda social y fervientes peronistas “de todas las horas” (como se decía entonces). Fanáticas de la doctrina de Perón, su misión era censar a todas las mujeres que a lo largo de todo el país abrazaban la causa peronista. Provenían  de distintas actividades y grupos sociales: amas de casa, enfermeras, maestras, una abogada. Hasta  una cantante: la famosa Juanita Larrauri

En enero de 1950 se inaugura la primera unidad básica femenina en el barrio de Saavedra ( se llamaba barrio Presidente Perón y había sido construido por la Fundación). Cuando fallece Evita había 3600 unidades básicas femeninas en todo el país. Las integraban mujeres de todas las clases sociales. Unidas por lo social y lo político, conducían a millones de mujeres. Recuérdese que en el Partido Peronista Femenino la participación masculina no estaba permitida. Más aún, los caudillos que intentaron entrometerse fueron expulsados de los estamentos partidarios. Era, exclusivamente, cosa de mujeres. Queda para otra ocasión el relato de los actos heroicos de las “muchachas peronistas” durante la Resistencia.

Las unidades básicas, verdaderos hogares del pueblo, se convirtieron en lugares de múltiples actividades. Eran escuela cívica donde se realizaban ensayos eleccionarios. Incluían, asimismo, aprendizajes útiles para las mujeres: ayuda escolar, alfabetización, corte y confección, danzas folclóricas, juguetería, peluquería, manicuría.  primeros auxilios, decoración, taquigrafía (hoy sería computación). Se prestaban, además, servicios de consultoría: médico ginecológica, jurídica. En las unidades básicas suburbanas se enseñaba el cultivo de la huerta, la preparación de comidas económicas y la utilización de los productos de cada región. Funcionaban el día entero de 8 a 20 horas

Para Evita había conducción en la medida que el pueblo se conducía a sí mismo sabiendo adónde va, qué quiere, qué defiende: “cada uno lleva en su mochila su bastón de mariscal”. Las unidades básicas eran, por lo tanto, totalidades abiertas y flexibles. Eran organizadas; pero, sobre todo, orgánicas, es decir, cuerpos vivientes. Su tarea fundamental era la difusión doctrinaria y la propaganda de la obra de gobierno. Trabajar, aprender, enseñar, era un modo de  practicar la doctrina. Pero la práctica, a su vez, comprendía una ampliación de la conciencia. Por eso estaban siempre llenas de mujeres y de niños (únicos privilegiados).

Las mujeres aprendieron a pegar afiches, a decir discursos. Su ejemplo y modelo era Eva Perón. Se cumplían, entonces, a rajatabla, los sencillos apotegmas peronistas que todavía llenan de contenido, fe y esperanza a muchos compañeros.

 4.- El realismo feminista de Evita

La doctrina no se enseña, se inculca con el ejemplo. La doctrina no se estudia, se siente,  y se comparte. Todo se puede compartir: el hambre, la pobreza, la injusticia; pero el hambre no se refiere solo al pan, sino a la lucha para organizar la libertad.

Por eso la unidad básica concebida por Evita era un reflejo de la casa grande y incolonizable de la cultura popular de la argentina criolla preexistente en que lo imprevisible está al orden del día. A lo mejor, tanto peronistas como no peronistas, podrían concertar en base a esos sencillos  acuerdos fundamentales.

Para eso hay sostenerse en una doctrina,  en un proyecto estratégico y debatir la conducción política para no reproducir la sociedad uniformizadora mundial, masificadora, unilateral, que sólo provee una ilusión de libertad. Evita consideraba que se vivía una edad sombría y que otra vez las madres salvarían al mundo porque ven con los ojos de amor: son portadoras de la inteligencia del corazón.

Advertía, entonces, sobre ciertas degradaciones  de la  mujer. En primer lugar, la vida social. Para ciertas mujeres el hogar es lo secundario y lugar de una vida sin objetivos. Las “mujeres de sociedad” ( las clases altas) viven llenas de pequeñeces, mediocridades y mentiras. Para ellas  lo principal son las fiestas y reuniones. La vida social, entonces, no representa la cultura del pueblo. Se dice “bien”, “culta”, recibe en su seno a escritores, pensadores,  artistas, poetas: pero “creo, como que hay sol, que la vida social, así como la sociedad aristocrática y burguesa son dos cosas que se van…”

En segundo lugar, Evita nunca acordó con el feminismo de las intelectuales. Tanto desde la izquierda, como desde la derecha, se habían opuesto a la política peronista a favor de las mujeres humildes del pueblo. Objetaban no sólo el voto femenino, si no la ayuda social provista por la Fundación a las empleadas, a las mujeres explotadas. Era un feminismo no inclusivo y elitista (Victoria Ocampo polemizaba con Evita): quedaban afuera las “lumpen”, las “sin conciencia”. Por eso Evita le teme a la parodia de lo masculino: “ni era soltera entrada en años, ni era tan fea por otra parte como para ocupar un puesto así…que por lo general, en el mundo, desde las feministas inglesas hasta aquí, pertenece, casi con exclusivo derecho, a las mujeres de ese tipo…mujeres cuya primera vocación debió ser indudablemente la de hombres”, “parecían estar dominadas por el despecho de no ser hombre, más que por el orgullo de ser mujeres”. Con el advenimiento del peronismo, pensaba Eva, la situación de las mujeres había cambiado. Ahora eran parte de la lucha sin cuartel “contra los privilegios oligárquicos”. Más aún, las mujeres eran la “fuerza moral” del pueblo porque eran el sostén del hogar y ¿qué era la patria sino un gran hogar? El Partido Peronista Femenino se organizaba a partir de una doctrina y una causa. La mujer actuaba en política, participaba, elegía y era elegida. Debemos reconocer que el feminismo se mantuvo al margen de estas actividades y aún hoy le cuesta aglutinarse como fuerza política.

En resumen, las ideas que Eva transmitió a las mujeres giraban en torno a la necesidad de organizarse y unirse en torno a algunos puntos básicos: a) Organizarse alrededor de la doctrina y de la causa peronista; b) Partido independiente del de los hombres; c) Objetivos: redimir a la mujer; d) Independencia de criterio y de acción; e) La mujer es para la acción; f) Donde está la mujer está el hogar; g) Vale más capacitar, instruir y educar a una mujer que a un hombre; h) Sólo las mujeres salvarán a las mujeres; i) Consolidar la unidad; j) El primer trabajo: levantar un censo de las mujeres peronistas.

Aunque no era madre carnal, Evita portaba la fuerza simbólica de las madres y se consideraba madre del pueblo. Para el peronista las madres del pueblo son protagonistas esenciales en la construcción de una sociedad liberada. Evita había advertido la incipiente falta de conciliación entre la necesidad de ser esposa y madre con la necesidad de derechos como persona humana. Le parecía inconcebible “que solo acepten constituir un hogar verdadero (no medio hogar o medio matrimonio) las mujeres menos capaces…las que no encuentran fuera del matrimonio y del hogar otra solución  “económica” que sustente sus derechos mínimos.” “Así descenderá –postulaba-  la jerarquía de la madre de familia y solo las “tontas” quemarán las naves casándose, creando un hogar, cargándose de hijos”. Advertía que asistimos a una quiebra de los valores morales y sentenciaba: “ no serán los hombres quienes los restituyan a su antiguo prestigio…y no serán tampoco las mujeres masculinizadas. No. ¡serán otra vez las madres!”

La vida moderna, sostenía, impulsa a que millares de mujeres abandonen, día a día, el campo femenino. Se ven impulsadas a vivir como hombres, trabajan como ellos, los sustituyen en todo. En consecuencia, “No se resignan a ser madres o esposas”.

En este punto, Evita entona una alabanza a los hogares del pueblo cuyo centro es la mujer. “Nacimos -asegura- para constituir hogares”. Es un destino que conlleva una misión. Es  cierto, pensaba, que de la profesión de mujeres no se puede retornar: “En las puertas del hogar termina la nación entera y comienzan otras leyes y otros derechos…la ley y el derecho del hombre…que muchas veces sólo es un amo y a veces también….dictador”.

La madre  “es el único trabajador del mundo que no conoce salario, ni garantía, ni respeto, ni límite de jornadas, ni domingo, ni vacaciones, ni descanso alguno, ni indemnización por despido, ni huelga de ninguna clase”, “.

Proponía que, así como el país debe tener independencia económica, así la mujer también debe tenerla para dignificar su trabajo y elevar su cultura social. Por eso propone el sueldo para las madres, con aumento por cada hijo y mejoras por viudez. Es una significativa propuesta que Evita consideraba tan adelantada para su tiempo que todavía no era prudente promover esa ley. Ya había recibido el embate de las mujeres de la “vida social” y de las “feministas intelectuales” cuando logró el voto femenino y el acceso de las mujeres a los cargos electivos.

Para el peronismo la palabra “hogar” está cargada de vivencias y profundos simbolismos. El hogar, es como el fogón: un centro que emana luz y calor. Donde se armonizan los contrarios. Es el seno materno, el cobijo en el desamparo, el lugar donde padre y madre anulan sus contradicciones. En la era oligárquica,  época de las sociedades de beneficencia, había orfanatos, casas cuna, reformatorios. Todas expresiones de una sociedad egoísta, individualista, y fundada en la explotación y la injusticia social. Por eso las creaciones de la Fundación Eva Perón se llamaban “hogares”: hogares escuela, hogar de la empleada, hogares de tránsito, hogares de ancianos. Y las ampliaciones del hogar, las ciudades: ciudad infantil, ciudad estudiantil, ciudad universitaria, ciudad-hospital. Evita quería que los dolientes, los excluidos, disfrutaran las comodidades, la calidez, el amor y la solidaridad del hogar. Todo era de primera calidad: desde la utensilios hasta el trato, la visión cultural y la asistencia.

La profundidad de la poética del hogar culmina con la definición del general Perón: la patria es el hogar. En el discurso del 1° de mayo de 1974 ante el Congreso de la Nación, hablando del continentalismo como etapa del universalismo, recurrió a la poética del hogar: “Y para la fase continentalista en la que vivimos y universalista hacia la cual vamos, abierta nuestra cultura a la comunicación con todas las culturas del mundo, tenemos que recordar siempre que Argentina es el hogar” Esto armoniza con la  alabanza de Evita a los hogares del pueblo, sedes de creatividad y alegría de ser: “la mujer auténtica vive el pueblo y va creando, todos los días, un poco de pueblo”. Por eso es la “creadora de la felicidad del pueblo”.

Jorge Torres Roggero, Profesor Emérito. Universidad Nacional de Córdoba

FUENTES:

Bianchi, Susana y Sanchís, Norma, 1988, 2 volúmenes, El Partido Peronista Femenino, Buenos Aires, CEAL

Chávez, Fermín, 1984, Perón y el Justicialismo, Buenos Aires, CEAL

Demitropulos, Libertad, 1984, Eva Perón, Buenos Aires, CEAL

Dos Santos, Estela, 1983, Las mujeres peronistas, Buenos Aires, CEAL

Perón, Eva, 1987, Eva Perón habla a las mujeres, Lanús, Editorial Volver.

Perón, Eva, 1987, Eva perón habla. Patria. Pueblo. Recuperación, Quilmes, Edit. Volver.

Perón, Eva, 1985, Discursos Completos, tomo I, 1946/1948, tomo II: 1949/1952, Buenos Aires, Editorial Megafón. Consúltese también La Razón de mi Vida; Historia del Peronismo; Por qué soy peronista y Mi Mensaje, todos con varias y distintas ediciones.

Perón, Juan Domingo, 1976, Modelo Argentino para el Proyecto Nacional, Sin indicación de lugar,  Ediciones del Modelo Argentino