por Jorge Torres Roggero
Son numerosos los testimonios periodísticos, fotográficos, fílmicos y bibliográficos que dan cuenta del protagonismo de las mujeres el 17 de octubre de 1945. Ahora bien, dicha presencia se institucionaliza y adquiere relevancia de fenómeno político especialmente significativo a partir de la organización del Partido Peronista Femenino en 1949.
Millones de mujeres se movilizan. Nuevos sujetos históricos, en ellas se manifiestan las necesidades y aspiraciones de todas mujeres que encuentran en el peronismo una doctrina con modelos de acción y de formas de organizativas. Ese es el momento que se propone testimoniar el libro Eva Perón en la cultura política de las mujeres cordobesas de Zulma Patricia Zárate. Por primera vez, se recurre al testimonio vivo de militantes de la Provincia de Córdoba para representar la génesis de PPF en el distrito. Es la historia de mujeres de extracción popular y que se inician con escasa o nula experiencia política. Entre las informantes, contamos tres maestras, tres empleadas de diversos rubros, una comerciante, una operadora telefónica, una gestora cultural y una asesora de María Eva Duarte de Perón.
Zulma P. Zárate nos ofrece el resultado de largas y pacientes jornadas de investigaciones y entrevistas. En efecto, ha optado por una metodología que se ajusta a sus fines: la historia oral. Este método permite, no tanto indagar hechos, como sentimientos, experiencias, valores, que se visibilizan y se convierten en un revulsivo cultural al mostrar en carne viva un excepcional momento de discontinuidad histórica: construye una sincronía con una diacronía.
En realidad, para Zárate, la metodología elegida es sólo la entrada a una poética del corazón que se manifiesta por dos vías: el relato (la épica) de las protagonistas, y la síntesis lírica de la autora que va ritmando el avance de las vidas con sus poemas que profundizan dolores y soledades, amistad y compañerismo, encuentros y desencuentros, defecciones y victorias, todo en un poderoso “amasijo” de fe, esperanza y comunión. Una especie de murmurante mantra, de plegaria centrada en la luminosa emanación de un centro de energía fundamental: la figura de Eva Perón.
Los poemas armonizan perfectamente con los testimonios. La oralidad subyacente se convierte en un coro armónico. Las historias de vida de las aportantes están todas unidas al carisma y la presencia de Evita. Todas en algún momento la vieron. Algunas perdidas en la multitud; otras, en gozosa cercanía, logran tocarla. Como quien dice, “tomar gracia” en ella. Y están, por último, las que van ser colaboradoras cercanas en la Fundación.
Es curioso cómo el poder de Evita se manifiesta, no por muestras estereotipadas de autoridad (gritos, órdenes, gestos desconsiderados), sino a través de la ternura, la proximidad afectuosa que hace que todas exalten sus manos, su mirada y su voz: era la prueba viviente de que las doctrinas no se enseñan, se inculcan con el ejemplo. Dice una aportante: “Dios iluminó que nosotros pudiéramos estar con ella. (…) De eso volví emocionada, pero con más ganas de seguir luchando, de seguir luchando fuerte y de devolverle un poco de lo que ella me había dado: porque me dio amor, me dio consejos y me dio materiales como para darle a la gente de mi pueblo”. Otro testimonio: “Evita era un ángel, si, tenía una imagen angelical. Recuerdo su cara, sus ojos y sus manos, transmitían amor y fuerza en cada gesto, en cada palabra, en cada frase. Pienso que tenía un don natural para comunicarse, para decir, no sólo con la voz -que era sublime- sino también con su mirada y sus manos tan expresivas”. “Y lo que más me llegó de Evita -dice otra aportante- fue cuando escuché su voz, era estremecedora, por lo que decía y por cómo lo decía. Una voz dulce y firme: convencida de la verdad de su lucha que era la lucha de los trabajadores y de los que no tenían trabajo y querían trabajar”. Varias insisten en su voz. Por eso, afirma otra entrevistada: “Estábamos dispuestas a seguir el camino que ella nos había marcado”. Emocionan estas declaraciones a “viva voz” en que uno no puede menos de admirar la capacidad de darse de Evita, de donar cuerpo y alma para la puesta en práctica de la doctrina peronista. No en vano decía: “El amor es darse, y darse es dar la propia vida. Mientras no se da la propia vida cualquier cosa que uno dé, es justicia”.
Las voces de las entrevistadas constituyen, por lo tanto, un acorde poderoso que da cuenta del paso del “yo” a un “nosotros” jubiloso y perdurable que el paso de los años acrecienta y clarifica. El libro de Zulma Zárate concentra el testimonio de diez militantes, mujeres comunes que, un día, por diversos caminos, son invitadas a una Unidad Básica Femenina y se encuentran “in actu” con el paso de una doctrina a una “realidad efectiva”.
En efecto, las unidades básicas del Partido Peronista Femenino, eran el ámbito adecuado para canalizar los impulsos hacia la acción comunitaria. Es así como estas diez mujeres, algunas todavía niñas, otras adolescentes, todas muy jóvenes, inauguran una nueva era en la política argentina. Evita la llamaba “la hora de la mujer”. Dice una de las aportantes: “La mujer, en los años previos, había sido ignorada como ser humano, y ahora se la consideraba la principal protagonista de un gran movimiento. Y era muy difícil lograr ese cambio en las mujeres mismas. Ni hablar en los varones. Pero en las mujeres, no fue fácil: había que convencerlas.” Otra, atestigua, “Yo como mujer la admiro, la respeto especialmente por todo lo que hizo por los derechos de las mujeres. Como ya dije, la posibilidad de estudiar y de trabajar para las mujeres, la posibilidad de ser reconocidas por el trabajo en el hogar, enalteció el rol de la mujer como madre y ciudadana a la vez”.
De allí que, prácticamente todas las entrevistadas insistan en dos aspectos de la organización política inculcada por el ejemplo de Evita: la formación y la acción social. Dice una informante: “Y después fui creciendo, viviendo la historia y también formándome como peronista”. En efecto, en las unidades básicas femeninas se dedicaba un día a la semana a la formación doctrinaria. Se leían y discutían documentos doctrinarios aportados por la Fundación, las Veinte Verdades, o los fundamentos de los grandes proyectos gubernamentales. Por ejemplo, se instruían en todos los pormenores del Segundo Plan Quinquenal. Una informante dice, con humor, que a ella le gustaba hablar, y se dio cuenta que, para hablar, hay que saber de qué se trata.
Pero, a la par de la formación política, las unidades básicas femeninas eran verdaderos “hogares del pueblo”. Estaban abiertas todo el día. Todo el día concurridas. Allí se enseñaba corte y confección, dactilografía, pastelería y diversos oficios. Se cosía ropa para la Fundación con las famosas máquinas de coser de Evita. Se prestaba especial atención a la salud de los niños y las mujeres. A los niños no solo se los proveía de útiles escolares, sino que se les brindaba apoyo escolar. Las muchachas peronistas de las unidades básicas, miles, eran todas compañeras y hermanas. Cada una aportaba sus conocimientos, su tiempo, su amor a la patria y al prójimo. Cuando el peronismo fue desalojado por la oligarquía, en Córdoba funcionaban 400 unidades básicas femeninas.
Todas informantes culminan su testimonio con la experiencia ignominiosa del golpe de estado de 1955. Perseguidas, huyendo, encarceladas, el peronismo vuelve a sus orígenes: las cocinas de los hogares del pueblo o los sótanos para seguir desarrollando la doctrina, trazando líneas de acción, y para acendrar, entre mate y mate, la solidaridad, la esperanza y la fe en el triunfo final del pueblo. Humilde destino de semilla: oscuridad, reclusión, muerte.
Emociona el testimonio de una maestra rural cuando narra el día en que, a su escuela de Los Barriales, llegaron los militares libertadores: “Lo primero que hice fue tratar que los chicos no vieran nada, fue todo muy violento. Sacaron todos los libros con los que enseñaba e hicieron una fogata en medio del patio de la escuela. A las camperas de los chicos, que habíamos recibido de la fundación Eva Perón, les cortaban la inscripción “Fundación Eva Perón”. Imagínese que las camperas, así rotas, ya no eran abrigo para los chicos.” La última informante, que fue de extraordinaria relevancia en Córdoba y el país, testifica: “Después de tanta lucha y de esos años felices, los resentidos, los inhumanos, dieron el golpe final contra el General Perón. Y en esos momentos la pasamos mal todos los peronistas; algunos recluidos lejos de su hogar, otros presos (como fue mi caso), otros exiliados y todos proscriptos.”
Estos primeros genocidas del S.XX querían, como hoy día algunos, “extirpar” el peronismo. Pero, como afirma una entrevistada, “nos unimos más” con las compañeras: “Y las mujeres nos empezamos a juntar en la casa de una o de otra. Y pudimos recuperar muchos documentos del Partido. Fotos, cuadernos de formación política, cartas. Y las guardamos muy bien. Y ahora todavía están en nuestras manos. Sabíamos que estábamos resistiendo a la brutalidad del odio de la Oligarquía”. Había comenzado la Resistencia Peronista. Pobre los que se olviden de esa parte de la historia.
Culmino estas líneas que tratan de reseñar el libro de Zulma Patricia Zárate que es, por su modo de concreción y por su contenido, un acto de militancia necesario en esta “hora” no apta para los tibios (o “bostas de paloma”, como decía Perón) que Eva Perón anatematizó para siempre, junto a los desleales, ambiciosos, explotadores y enemigos del pueblo en Mi Mensaje.
Jorge Torres Roggero
5/8/22
Fuente: ZÁRATE, Zulma Patricia, 2022, Eva Perón en la cultura política de las mujeres cordobesas (Testimonios y Poética). Córdoba: Universitas Editorial. Cabe resaltar el sencillo, bello y emotivo diseño de tapa del Lic. Marcelo Sosa. Lleva esta aclaración: «La firma de Eva Perón que se presenta en la tapa, es copia original. Proporcionada por Lela Carrizo, quien da testimonio en este libro.»