por Jorge Torres Roggero
1.- El ojo de la papa
En El pensamiento indígena y popular en América[1], Rodolfo Kusch se adentra en el pensamiento popular a partir del simbolismo del corazón y su relación con la “semilla” y/o con el “ojo de la papa”. En efecto, ese punto es el centro de crecimiento de la planta, el núcleo seminal donde la vida revienta: brota el tallo, se abre la flor. En su concavidad confusa, se revela el ser como existencia. Gracias a la densa urdimbre del “sentipensar”, cesa nuestra práctica de administradores del conocimiento europeo, ya que, en ese espacio, el sabio es el “dueño del corazón” (chuymani). Se trata de un saber no separado del suelo. Desde el arraigo, donde los ilustrados vemos un defecto, los “pegados al suelo” ven la razón de la vida y la esperanza.
Es de intensa actualidad kuscheana el primer discurso del actual vicepresidente boliviano David Choquehuanca y el despliegue del principio del “vivir bien” de los pueblos de la “cultura de la vida”. Choquehuanca viene a mostrarnos en acto (“in fieri”) lo que Kusch nos describió como una poética del corazón. El pensamiento originario, sistemáticamente perseguido y ninguneado, constituye, quiérase o no, la única zona no colonizada de nuestro “ser”. Y es el único punto de partida para volver del yo al nosotros, para poner en suspenso (“en abismo”) el conocimiento y las corrientes filosóficas que imperaron con la invasión europea.
Esa “residencia en la tierra” (para usar una expresión nerudiana) se sostiene por el desgarramiento entre dos extremos innombrables: la desgracia y la alegría. De ahí la necesidad de la plegaria y la consiguiente entrada, de prepo, de los dioses en la vida cotidiana[2].
Para Kusch, el juicio emitido desde el corazón es dos cosas contradictorias a la vez: racional e irracional. Por un lado, es percepción intelectual: dice lo que ve, o sea, es mirada, teoría. Pero al mismo tiempo tiene fe en lo que está viendo. Los operadores seminales permiten dejarse caer en un registro profundo, en la confusa zona en que, por una “especie de coordinación entre sujeto y objeto”, predomina un “sujeto total”.
Un corazón de llama palpitando en la mano del yatiri, es un centro mágico, pero, a la vez sede de la inteligencia. El cuerpo es una cueva o gruta cuyo centro es el corazón como símbolo del sujeto total. Kusch se solaza con la traducción de soncco o chuyma por los cronistas. El corazón comprende las entrañas. Es estómago y conciencia, es razón y memoria, es voluntad y entendimiento. Según Bertonio, chuyma abarca “los bofes propiamente, se aplica al corazón y al estómago y casi todo lo interior del ánimo bueno o malo, virtud o vicio”. Por su parte, Guillermo Olano, en La medicina en el idioma incaico (1913) da lo siguiente: “Soncco. Quiere decir el centro del organismo o quizá órgano profundo. Soncco es también el tejido medular o tallo; soncco es la migaja de pan; soncco es sinónimo de sentimiento oculto.”
Desde tiempo inmemorial el corazón es, entonces, el órgano que ve y siente. Como operador seminal, es, a la vez, energía, sentimiento oculto y regulador intuitivo del juicio. Es, a un mismo tiempo, racional e irracional. Sería, como dicen las “mujeres con pollera” tan perseguidas y denostadas por la reciente dictadura boliviana: un “sentipensar”.
De allí la concepción kuscheana de los dos vectores: seminal y causal. El primero es semilla, germen, origen, fuente. Se lo ve crecer y “y no se sabe por qué”. Por “eso mismo parece trascendente, ajeno al yo y a la realidad cotidiana, y quizá superior, en el sentido de semel, lo que se da una sola vez…”. El pensar seminal surge al margen y consiste en hallar una salida a una contradicción irremediable. Se concreta en la negación de todo lo afirmado, “sea vida o sea muerte”, y se resuelve en términos de germinación. Ajeno al manipuleo consciente, es plegaria, afirmación trascendente. Mientras el pensar causal necesita la verificación constante de la conciencia, el pensar seminal se desplaza, al margen de todo quehacer de la conciencia, en el magma de la sémina redentora. De tal modo, causal y seminal son los extremos de un pensar universal, de una totalidad existencial. El sujeto requiere, por un lado, la percepción lúcida del objeto; por el otro, cuando la contradicción se torna desgarradora, la afirmación trascendente o plegaria: “Ambos extremos, dice Kusch, son formas necesarias para afirmar la totalidad de la existencia.”
Un ejemplo vivo de esta modalidad de pensamiento se evidencia en Mi Mensaje de Eva Perón en que el pensamiento oscila permanentemente en los límites de lo innombrable. En vistas de que el pensamiento causal no agota su objeto, en el texto de Eva es negado insistentemente por un antidiscurso que no logra ser reprimido por el intelecto metonímico y que, desde la seminalidad, tiende a la revelación y no a la mera denotación. Totalmente asumida como sujeto histórico contradictorio, tensa y deforma las estructuras. Ella toma como factor de lucha los imponderables que se dan en la vida cotidiana del pueblo, o sea, en un “lugar-tiempo” en que cada sujeto es un experto. En la realidad, causal y seminal se entrecruzan. Uno, horizontal, transita entre cosas nombrables sin agotar el objeto; otro, vertical, se desplaza entre dos polos innombrables en búsqueda del pensar total: funcionan como la urdimbre y la trama de un tejido. “Junto a la individualidad, dice Kusch, (…) se vive en verdad el afán de comunidad y de dioses menores”. De hecho, a nadie escapa que el pueblo canoniza a Eva Perón. En las profundidades, desde la penumbra y el hedor, se encienden las velas de los altares de San Evita. Porque pensar y obrar en términos de seminalidad, desde el corazón semilla (ojo, flor), significa tener fe. Se vitaliza, en cierto modo, una epifanía en que comienza a perfilarse la lengua de lo sagrado y en que el creyente es un hediento.
2.- La/s Dueña/s del Corazón
Desde su origen mismo, una abundosa bibliografía persiste en denostar los repartos de pan dulce y sidra de la Fundación Eva Perón. Pero el pan, como alimento del hombre, es un signo de la sacralidad, es una ocasión de abordar el incomprensible y luminoso misterio de que están cargadas las cosas. Sucedía en Navidad y representaba la posibilidad de sentir, desde el registro profundo de la fe, la revelación de lo sagrado y del codo con codo comunitario.
Uno de los operadores seminales relacionados con el corazón, es el amor. Y el amor atraviesa tanto la vida pública como la vida privada de Eva. Pero, como no podía ser de otra manera, su corazón es traspasado, a la vez, por el odio y la indiferencia.
Las mujeres, postula, “todo lo vemos en la vida con los ojos del amor”. Más aún, la mujer-madre “siente y ve con los ojos del alma y del corazón”; “porque la mirada se ha alargado más allá; la mirada del amor que siente, presiente y ve todo”. Está hablando de un modo de ser no habitual de la inteligencia. “Sentir” es percibir los entresijos de la realidad. “Presentir”, es ver más allá de la realidad aparente para adentrarse en sus “reprofundos”. Este afecto intelectivo es, así, “una manera de ser de la inteligencia” que en la mujer se desarrolla a la sombra del corazón. La emergencia más reciente de este modo de pensar lo testimonian, desde mi punto de vista, “las mujeres con pollera” de Bolivia. Tal como lo manifesté arriba, ellas, removiendo sus ancestros, llaman “sentipensar” a un pensar propio y no colonizado. Es desde este ángulo de visión que Evita resulta habilitada para ampliar su mirada a través de los cristales del amor y “el amor, cuyo misterio sí que es infinito, le hace ver a la inteligencia cosas que ella sola nunca podría conocer por hábil que fuese”[3].
Ahora bien, si “el amor alarga la mirada de la inteligencia”, ¿cómo no iba a autodenominarse vigía eterna de la revolución? Como profetisa, estaba destinada a ser conductora espiritual y cultural de su pueblo, advirtiéndole acerca de las tribulaciones que nacen de las traiciones de los dirigentes y de las defecciones de la masa. Profiere su palabra desde su condición de “mujer del pueblo” asumida como tal hasta las últimas consecuencias. Rescata el derecho del corazón de la mujer a corregir las consecuencias de los errores “cerebrales” del hombre. Su conclusión es muy simple y muy sabia: “Yo no desprecio al hombre ni desprecio su inteligencia, pero si en muchos lugares del mundo hemos creado juntos hogares felices, ¿por qué no podemos hacer juntos una humanidad feliz?”
Mi Mensaje, nacido en horas aciagas de enfermedad, es presentado desde el primer párrafo como un enunciado profundo del corazón. La profundidad es uno de los atributos del corazón en la literatura sapiencial. Más aún, en ella se habla de “los abismos del corazón”. Y etimológicamente, “abismo” significa “sin fondo”.
El texto que a nosotros ha llegado incompleto es sin embargo el resultado de una “plenitud” del tiempo vital de Evita y del tiempo histórico del pueblo argentino. Esa escritura entrecortada y como llorosa viene “a llenar entrelíneas”: es un antidiscurso. Sería lindo, piensa, callarse, y que permaneciera como palabra definitiva lo dicho en sus libros y discursos[4]. Pero debe cumplir un deber profético. Ama demasiado a “los descamisados, a las mujeres, a los trabajadores…, y por extensión, a todos los pueblos del mundo, explotados y condenados a muerte por los imperialismos y los privilegiados de la tierra”. Hay mucha humanidad sin sol, sin cielo. Todavía “quedan sombras y nubes queriendo tapar el cielo y el sol de nuestra tierra, y todavía queda mucho dolor que mitigar y tantas heridas que restañar…”.
Mi Mensaje se inicia con lo que Eva llama “su día maravilloso”. Fue el día en que, para siempre, supo quién era, o sea, el del encuentro y abrazo con Perón. Desde ese primer momento, se inició un acto sacramental: quemarse juntos “con su palabra encendida por el fuego de su corazón”. Desde entonces, fueron amantes, esposos, compañeros y amigos. Ese tinku, roce y unión carnal a la vez, nos aproxima a un tema recurrente en Rodolfo Kusch: el de los gemelos. Episodio mítico en que el héroe lunar es despedazado. Tema inmemorial, por cierto, que merece un tratamiento especial y de un espacio no disponible. En América Profunda[5], Kusch postula: “Se diría que la realidad es padre y madre antes que realidad objetiva. En eso entra groseramente lo que ya vimos en política, cuando nuestro pueblo ve a los héroes gemelos en Perón y Evita…” (p.201)
En realidad, estos fragmentos de un escrito más extenso ya édito, tuvieron por objeto visualizar cómo el movimiento popular vigente en Bolivia es un pensamiento venido de los adentros, autodeterminado, en que se profundiza como práctica existencial el ejercicio de un pensar no colonial que comienza a pronunciar lo “innombrable”. Estamos ante un ejemplo viviente de la tesis kuscheana del pueblo como sujeto total del pensar en América.
A modo de incitación, aparte del extraordinario discurso de David Choquehuanca ya citado, insisto en recordar un comunicado de las mujeres “de los territorios ancestrales” en respuesta a ciertas declaraciones de Rita Segato. Antes que feministas, se presentan, recobrando un símbolo incaico, como “mujeres poderosas del arcoiris”. Marcan los límites racistas del “feminismo blanco” que no conoce “con el cuerpo” la realidad de la mujer originaria. Reivindican el Estado Plurinacional como reemplazo de un Estado Colonial. Y sostienen: “La asimetría de los razonamientos, “objetivos” o no objetivos, es propia de la Colonia (…). Nosotras sentipensamos con los cuerpos todos en el territorio. No somos ni queremos ser objetivas. Corazón ordena nuestro pensamiento en nuestro Sur. Siempre lo fue y lo seguirá siendo”.[6] Las «mujeres poderosas del arcoiris», ¿serán las “dueñas del corazón” en los nuevos pasos hacia la liberación de nuestros pueblos? ¿Habrá que escarbar en los “residuos” en busca del verdadero alimento?
Jorge Torres Roggero
Córdoba, 01/12/2020
[1] KUSCH, Rodolfo, 1977, El pensamiento indígena y popular en América, Buenos Aires, Hachette
[2] Considero de singular interés la proliferación en América de los exvotos, retablitos, milagros pintados, en que se mezclan en un amasijo viviente el bien y el mal, lo fasto y lo nefasto y la tercera salida del sacrificio: la plegaria y la misericordia de la teología popular con sus operadores seminales cargados de energía y sentido. El sacrificio y la plegaria confieren plenitud al solo estar en la indeterminación y la intemperie como un paso al estar siendo. Un ejemplo, vivo y bello, es el álbum de canciones titulado Pecados y Milagros de Lila Downs. (DOWNS, Lila, 2011, Pecados y Milagros, México, Sony)
[3] PERÓN, Eva, 1973, La Razón de mi Vida, Bs.As., Ed. Relevo
[4] Si bien Eva Perón sólo había cursado la escuela primaria, más allá de las leyendas tejidas en torno a la escritura de La razón de mi vida, es bueno repasar los textos de su autoría publicados para registrar la inconmovible coherencia de su pensamiento. Estas son las ediciones que me es dado manejar: Por qué soy peronista, 1973, Buenos Aires, Ediciones Argentinas (1ª. Ed. 1953); La razón de mi vida, 1973, Buenos Aires, Ed. Relevo; Historia del Peronismo, 1971, Buenos Aires, Ed. Freeland; Eva Perón habla, 1987, Quilmes, Editorial Volver; Discursos completos (1946-1952), Dos tomos, Buenos Aires, Editorial Megafón.
[5] KUSCH, Rodolfo, 1975, América Profunda. Buenos Aires: Editorial Bonum
[6] Web. https://www.cta.org.ar/IMG/pdf/mujeres_indigenas_responden_a_rita_segato_x_golpe_en_bolivia.pdf